El pasado sábado el Ayuntamiento procedía al marcaje de 12 reses mansas, 25 machos de bravo y 28 hembras también de casta
Como es tradición, el Ayuntamiento de El Cubo de Don Sancho procedió un año más al herradero de ganado vacuno que pasta en su finca de Rollanejo, en esta ocasión 12 reses mansas, 25 machos de bravo y 28 hembras también de casta.
El herradero tiene su origen en el control de las reses que pastaban en libertad en las dehesas, una costumbre que ha ido desapareciendo, en el caso del ganado manso, con la introducción en la dehesa salmantina de nuevas razas que permiten un mayor manejo, especialmente su acercamiento para observar los crotales, identificativos de plástico que se colocan en las orejas.
Sin embargo, esta labor de campo resulta imprescindible en el ganado bravo, menos accesible y que requiere de su marcaje a hierro y fuego en la piel para facilitar su identificación a una mayor distancia. El marcaje de las reses consta de tres hierros, el guarismo con el último número del año de nacimiento, el número de identificación del animal, y el hierro de la ganadería a la que pertenece. Esta labor tenía además en el pasado la función de evitar robos o 'extravíos' de las reses al permanecer en campos abiertos, pues su identificación era inalterable. También con este objetivo, se realiza un corte en una de las orejas de cada res, una marca única que cada ganadero elegía para su ganadería.
El guarismo, año de nacimiento, se imprime sobre la paleta izquierda del animal; el número de identificación se fija en el costado izquierdo; mientras que el hierro de la ganadería (sello o marca de propiedad), se coloca en la zona denominada 'tapa' de la pata izquierda.
En la finca de Rollanejo, el ganado pasta en grandes parcelas y es conducido a caballo por Juanma, su mayoral, hasta las instalaciones de la finca en la que se encuentran el apartadero con la plaza de tientas y un mueco sobre el que se instala una jaula que permite sujetar al animal sin apenas esfuerzo. Esta función última, en las fincas de bravo, era realizada anteriormente a mano y en ella era necesaria la participación de un mayor número de colaboradores, lo que suponía un esfuerzo importante. En la actualidad, los vecinos colaboran únicamente en la colocación de los hierros que previamente han sido puestos incandescentes sobre la llama de un calentador de butano.
Así, una vez finalizado el herradero, en el que no falta el convite de la propiedad con aguardiente y 'pastas', los asistentes dieron cuenta en las instalaciones hosteleras del Aula de la Naturaleza de una suculenta comida, alubias, estofado de carne de vacuno o filetes de cabecero de cerdo ibérico, los dos segundos fruto de Rollanejo, pues además del vacuno manso y bravo, en Rollanejo también se crían y engordan cerdos ibéricos, quedando demostrado aquí que es posible una gestión sostenible y viable de la dehesa sin renunciar a lo tradicional.