OPINIóN
Actualizado 11/03/2019
Jesús Garrote

Llevamos más de veinte años juntándonos en la diversidad de nacionalidades y de mentes. Al principio venían fundamentalmente los chicos de los pueblos y ahora vienen desde protección, infractores o inmigrantes.

Los diagnósticos son variados, pero quizá los más acertados sean TEPT ( trastorno por estréss postraumático), Patologías duales ( trastornos mentales asociados a adicciones de drogas), últimamente problemas de adversidad temprana y trastornos del apego.

Sobre este último tema hemos tenido unas jornadas este fin de semana impartidas por la asociación de padres Pétales.

Ya hace más de veinte años teníamos claro el concepto de familia. Empezamos viviendo en la casa escuela los educadores con los chicos a full time, también era nuestra casa y desde ahí íbamos a trabajar. Más tarde los que tuvimos hijos continuamos viviendo de continuo con los chicos. Aquí nacieron mis dos primeras hijas y tengo tres.

Más tarde a medida que se hacían mayores y la casa crecía y se abrían más casas, los educadores fuimos comprando casas y yendo a ellas con nuestras familias, igual que los chicos mayores cuando acababan y se emancipaban. El veinte por ciento de educadores y profesores son antiguos alumnos. Así como empieza a llegar algún hijo de antiguos chicos de protección, lo cual nos duele por mucho que digamos que más del 95% se integra.

Todos los educadores de los setenta y pico siguen haciendo voluntariado un fin de semana al mes y yendo de quince días a Marruecos al campo de trabajos a veinticuatro horas cada día.

Esta historia nos hace tribu, se han tejido redes de apoyo entre familias, chicos, administraciones, ONGs, etc.

Hay por el mundo muchas tribus solidarias, sinergias y sintonías para los "nuevos últimos".

Nosotros hablamos de un cierto mestizaje, no genético, que ha surgido por ósmosis o contagio con los que vivimos.

Es un mestizaje cultural, entre edades, multidisciplinar. Es una demostración empírica que indica que la diversidad enriquece.

En un tiempo de fronteras invisibles intencionadas, de sillas de ruedas invisibles. Sigue navegando una Casa Escuela con la puerta abierta a los que hasta la calle expulsa.

Distintos credos y sensibilidades, distintas lenguas e inteligencias, nos une muchas veces una soledad que se convierte en permanente compañía y convivencia, donde todos fallamos y no se ponen etiquetas, dónde siempre hay otra oportunidad. Es continua la utopía de una verdad anticipada.

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