OPINIóN
Actualizado 10/03/2019
José Luis Puerto

Las reivindicaciones de las mujeres, sus empeños por hacerse visibles y presentes en todos los ámbitos de la sociedad, sus luchas, ya a lo largo del siglo XX, que continúan hasta hoy mismo, por ser sujetos de dignidad, al par de los hombres, ni más ni menos, van a traer, están ya trayendo, por fortuna, un nuevo modo de estar todos en la sociedad y, en el fondo, están alumbrando una sociedad distinta, una sociedad nueva.

Y diríamos que tales empeños están alumbrando un nuevo humanismo, una recuperación y reinterpretación, en clave más amplia, más global y más abarcadora, de ese concepto de la dignidad (valor de valores, que, por ello, engloba muchos otros), que surgiera en los inicios de la Europa moderna, desde Italia, y que ha ido dando lugar a proyectos históricos tan valiosos y decisivos para la historia humana como la ilustración, el romanticismo, el nacimiento de los derechos humanos y toda otra serie de logros civilizadores de los cuales nos estamos beneficiando todos.

Hay un rumor de las mujeres, plasmado en los diversos feminismos, en los diversos posicionamientos, que se viene escuchando desde hace ya lustros y que, pese a tantas resistencias pasadas y presentes (también futuras), está impregnando poco a poco a toda la sociedad de una nueva sensibilidad, marcada por una fuerza transformadora.

Porque lo que las mujeres reclaman, ya que les pertenece, es una presencia paritaria y marcada por la dignidad y el respeto, en las relaciones personales, en el ámbito familiar, en los diversos contextos laborales, en los ámbitos político, económico, administrativo, de poder, etc.

Y esto, pese a determinadas resistencias, a violencias de género, a intentos de subordinación y de dominio? por parte de determinadas actitudes y prácticas masculinas, es algo que nos dignifica a todos.

Siempre, desde niños, hemos percibido como enriquecedor y beneficioso para nuestro existir el rumor de las mujeres, de esas mujeres próximas, presentes en nuestros ámbitos cercanos de afecto, de esas mujeres entregadas, generosas, dadoras sin pedir nada a cambio, inteligentes y sensibles?, sin las cuales no seríamos lo que somos. De ahí nuestra profunda gratitud a la vida, por haber sido tan generosa con nosotros, al haber puesto en nuestro itinerario existencial el mundo de las mujeres, el rumor tan hermoso y generoso de las mujeres que nos han cabido en suerte.

En estos días en que el rumor de las mujeres se manifiesta en la sociedad, pidiendo presencia, dignidad, visibilidad, respeto? y tantas cosas necesarias para todos,

siempre acude a nuestra memoria la figura de nuestra pensadora María Zambrano (una verdadera Teresa de Ávila contemporánea), en cuyas páginas escuchamos siempre, de modo muy hermoso y conseguido, ese rumor femenino, marcado por la ejemplaridad y la belleza, que nos dignifica y nos hace mejores.

Y, en tal rumor, percibimos, al tiempo, una propuesta moral: hemos de pasar la página de los machos alfa, marcada por no poca barbarie, y hemos de alumbrar ese lado cordial, afectivo, dador, generoso, entregado? que también nos constituye como hombres.

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