OPINIóN
Actualizado 10/03/2019
Isaura Díaz Figueiredo

Que pensaría Clara Campoamor de las manifas de ayer.

Patético y penoso. Al final acabarán devorándose entre ellas, no supieron distinguir lo que son "derechos y libertades"; confundieron, churras y merinas, y así salió, aunque claro el vocero de Tv se pegara una "hartá"

?Muy buen gusto y todo en perfecto orden

Después de la borrachera viene la resaca y estas son algunas de las muchísimas perlas que el viernes se soltaron de los collares:

?Una "feminista a un guardia civil por indicarle que no pintara las paredes"

? ¡"Pedazo de mierda"!, un día como hoy? no tienes ni un p?to derecho

Feminista con velo ¡Que ya tiene cola de sanguijuela la morita que nos viene a hablar de derechos y libertades!... de risa y no te rompes la caja.

Abronca a una blanca la del velo

?¿No eres racializada? Pues fuera p...ta blanca

Otra, ésta de falda tipo cinturón y bajita:

?Soy p?ta, soy sudaka y no necesito del hombre de España.

Otros vendrán que de tu casa te echaran?que sabio el refranero español, devolverlos a sus lugares de origen, no se adaptan a nuestra forma de vida... están una mayoría indocumentada; observen, observen, cerquita tienen demasiados casos.

El feminismo que usa "piquetes" para impedir que otras mujeres vayan a trabajar, a llevar sus hijos al colegio, al médico, o sencillamente a pasear? porque les sale de las narices?Es violencia señoras feministas, a eso se conoce en toda la tierra del Señor por coacción, ustedes son la traca. No me representan, me humillan, siento vergüenza viendo el papel que hacen. Los altavoces gritaban?Abolir el patriarcado? Jamás renunciaré a mis raíces paternas, me sentí protegida, educada y cultivada bajo la protección de mí padre, me enseñó a ser tolerante, y generosa, a respetar otras ideas, él lo fue en la guerra del 36, con 17 años y estando en Valencia, se le acerca una jovencita de más o menos su edad, con un pequeño de la mano, a pedirle un bollo de pan para compartir con su hermano? a cambio de favores sexuales

Le dio dos bollos que eran su comida, sucedía por la Valencia del final del año 1939

?"Jamás hija me aprovecharía de una situación así?"

? Lo guardo como uno de esos tesoro que me dejó el patriarcado familiar. Fue a la guerra, porque le obligaron, perteneció a un bando porque le tocó, no quiso ser merecedor de honras, su mejor honor era? si algún día tuviera una hija, jamás le hicieran daño por ser mujer... Los años pasaron y claro que tuvo una hija orgullosa de su padre.

Muchas cuentas dejaron en las aceras otro 8 de marzo.

No creo que ninguna mujer esté en contra de igualdad salarial, oportunidades, derechos, flexibilidad por baja maternal, respeto? hace muchos años que hemos descubierto que podemos estar en la Universidad, formarnos y acceder a un puesto de trabajo. No deseo cuotas por ser mujer, si demuestro que estoy cualificada como el varón he de tener las mismas oportunidades, ocupar puestos directivos, hacer política de la buena, no chusquera como estamos viendo. En un mundo globalizado demuestrar cada día mi buen saber hacer. Eso es lo que pido, algaradas no, lo único que hacen es que se nos respete menos y ya es risa, que de 365 días al año, se dedique 1 a la mujer ¿Cuántos al varón? Pues esa igualdad clamo, o para todos o para ninguno.

Clara Campoamor fue una mujer que se hizo a sí misma, que luchó siempre contra todo, contra todos y contra todas -«mi ley es la lucha», decía- para conseguir una España en donde la cuna fuera un origen, no un destino, y donde la Ley no fuera un castigo sino un amparo.

Nació el 12 de febrero de 1888 en una familia humilde del madrileño barrio de Maravillas. Su padre, Manuel Campoamor Martínez, había nacido en Santoña y era contable en un periódico madrileño. Su madre, Pilar Rodríguez Martínez, era modista, y de los tres hijos que tuvo el matrimonio vivieron dos, Clara e Ignacio. Cuando Manuel murió, Pilar tuvo que sacar a todos adelante con su trabajo. Clarita dejó la escuela y se puso a ayudar a su madre repartiendo ropa. Entró luego de dependienta en una tienda y a los 21 años hizo oposiciones para auxiliar del Cuerpo de Telégrafos. Las ganó y empezó a trabajar en 1910 en San Sebastián.

En 1914 hace oposiciones para profesora de adultas en el Ministerio de Instrucción Pública, ganándolas con el número uno. Pero sólo puede enseñar taquigrafía y mecanografía, ya que no tenía siquiera el Bachiller. Decide entonces estudiar mientras sigue ayudando a la familia. Además de sus clases, trabaja como mecanógrafa en el Ministerio y en el diario maurista "La Tribuna" como secretaria del director, Cánovas Cervantes, más conocido como El Nini (ni en política era Cánovas, ni escribiendo Cervantes). Ya saben porque se utiliza NINI, CON MUCHOS JOVENES ACTUALEMTNE?PUES AHÍ TIENEN LAS RESPUESTA

A Clara este puesto le permitió, sin embargo, conocer a gente, interesarse por la política y convencerse de que ése era también su sitio. En 1920, cumplidos ya los 32, empieza una vida nueva: se matricula como alumna de Bachillerato, que termina en dos años, y a continuación en la Facultad de Derecho, concluyendo la carrera en otros dos. Con 36 años se convierte en una de las pocas licenciadas españolas y dispuesta a ejercer, cosa que hace desde 1925.

Sus ideas sobre la igualdad de la mujer la acercan al PSOE y prologa el libro de María Cambrils "Feminismo Socialista" dedicado a Pablo Iglesias. Pero ni ella era socialista ni aceptaba la colaboración del PSOE con la Dictadura. Creó la Asociación Liberal Socialista, pero la dejó cuando no pudo conseguir su definición republicana. Mantuvo una gran actividad como conferenciante en la Asociación Femenina Universitaria y la Academia de Jurisprudencia, defendiendo siempre la igualdad de la mujer y la libertad política.

Ilegítimo pero con indudable ánimo renovador, el régimen primo-riverista ofreció a tres abogadas jóvenes y prestigiosas -Clara Campoamor, Victoria Kent y Matilde Huici- entrar en la Junta del Ateneo. Sólo Victoria Kent aceptó. Cuando la Academia de Jurisprudencia otorgó a Clara Campoamor la Cruz de Alfonso XII, por su Premio Extraordinario, también la rechazó, como gesto republicano. A pesar de su origen humilde y su rápida ascensión social, no abandonó la austeridad en su vida privada ni la fidelidad a sus principios.

Trabajó con Martí Jara, buen amigo de Azaña, en el embrión de Acción Republicana, en cuyo Consejo Nacional figuró al principio. Nunca logró su ideal estratégico: la fusión de todos los republicanos en un gran partido de centro, con Azaña como delfín natural de Lerroux.

Tras la sublevación de Galán y García Hernández en Jaca, su fusilamiento y el proceso del Comité Revolucionario, Clara asumió la defensa de los implicados, entre ellos su hermano Ignacio. Los pobres lo pagaron más caro que los ricos, como recordó después. El abandono del trono por Alfonso XIII, tras el triunfo republicano en las grandes ciudades, llevó al Poder de la noche a la mañana a sus clientes, convertidos en Gobierno Provisional.

Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes y aunque el mito dice que la República dio el derecho al voto a la mujer, no fue así. La II República supuso un retroceso frente al derecho de voto femenino parcial otorgado por Primo de Rivera.

En 1931, la mujer pudo ser elegida, no electora. Y Clara Campoamor salió diputada en las listas del Partido Radical, al que se afilió por ser «republicano, liberal, laico y democrático». Su propio ideario político.

Formó parte de la Comisión Constitucional, de 21 diputados, y allí peleó eficazmente por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, generalmente llamado voto femenino. Todo lo consiguió menos el voto, que tuvo que debatirse en el Parlamento.

Y allí es donde Clara Campoamor se ganó un puesto imperecedero en la memoria de la libertad española.

La izquierda, con excepción de un grupo de socialistas y algunos republicanos, no quería que la mujer votase porque se suponía que estaba más influida por la Iglesia e iba a favorecer a las derechas. Estas tampoco lo querían pero lo apoyaban porque creían que les podía favorecer. Entonces, el Partido Radical Socialista puso frente a Clara a la otra diputada, Victoria Kent, para negar el voto de la mujer aplazándolo sine die. El debate fue extraordinario y la Campoamor arrolló.

Pero no tenía mayoría. La consiguió con el apoyo de la minoría derechista, la mayoría del PSOE y algunos republicanos. Victoria Kent y los radicales trataron de ganar lo perdido mediante una enmienda constitucional, pero Clara la desbarató.

Cuando la derecha abandonó el Parlamento por la Ley de Congregaciones se hizo el último intento para impedir el voto femenino, pero la Campoamor no sólo se impuso en el debate sino que, contra pronóstico y por sólo cuatro votos, lo ganó. Apoyándose en el PSOE y en algunos republicanos de derecha, derrotó a los socialistas de Prieto y a los republicanos de su propio partido, el Radical, el Radical Socialista y el de Azaña. Prieto salió del hemiciclo diciendo que aquello era «una puñalada trapera a la República». Hubo un gran escándalo. Y cuando en el 33 la CEDA ganó las elecciones y Lerroux formó gobierno, sin ellos y con ellos, toda la izquierda le echó la culpa de su derrota a Clara Campoamor. Fue su muerte política.

En el 33 no consiguió renovar su escaño, en el 34 abandonó el Partido Radical por su subordinación a la CEDA y los excesos en la represión del golpe revolucionario de Asturias. Pero cuando, en 1934, pidió, con la mediación de Casares Quiroga, ingresar en Izquierda Republicana ?fusión de radical socialistas, azañistas y galleguistas?la sometieron a la humillación de abrirle un expediente y votar en público su admisión, que fue denegada.

Dos afiliadas pasearon en alto su bola negra, jactándose de la venganza. No entró en las listas del Frente Popular, que ganó por una mayoría más amplia que la derecha en 1933 y, evidentemente, con el voto femenino. Nadie le pidió disculpas.

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