OPINIóN
Actualizado 10/03/2019
Carlos Javier Salgado Fuentes

Hace unos días, el corazón de nuestra provincia se quedó helado cuando, rayando el mediodía, una noticia corrió como la pólvora entre los numerosos grupos de WhatsApp, Facebook y demás redes sociales en que nos hallamos insertos miles de salmantinos: uno de nuestros paisanos más conocidos y reconocidos, José Pinto, había fallecido.

Ha sido una noticia que, sin duda, nos cayó como un jarro de agua fría a todos aquellos que tenemos querencia por estas tierras, de las que Pinto era un grandísimo defensor y, como tal, hacía gala en los concursos televisivos, contando alguna curiosidad o anécdota de esta nuestra provincia.

Por otro lado, hacía apenas unos meses, en diciembre, Pinto había abandonado el programa "Boom!", invicto, con el único ánimo de recuperar su vida diaria anterior a su salto a los platós de televisión. En el programa se quedaron sus compañeros del equipo de Los Lobos, que no faltaron en Casillas de Flores para dar el último adiós a quien durante tantos programas había sido su compañero, hasta el punto de convertirse en un amigo para ellos.

Para el oeste salmantino su fallecimiento ha sido especialmente duro, tanto para Ciudad Rodrigo, capital de su comarca, que le esperaba para dar el pregón de su afamado Carnaval del Toro, como para todos aquellos pueblos a los que nos fue promocionando en sus apariciones televisivas, como Guadramiro, Vitigudino, Vilvestre, Boada, o San Felices de los Gallegos.

Asimismo, Pinto mostró orgulloso en televisión camisetas que anunciaban recursos turísticos del oeste salmantino, como la vía férrea de La Fregeneda o Siega Verde, explicó algunas delicias gastronómicas de nuestra tierra, como el farinato, o puso en valor nuestras palabras más tradicionales, engarzadas al viejo lenguaje leonés.

De la misma manera, no tuvo reparos en regalar su presencia al noroeste salmantino para poner en valor las matanzas tradicionales de Gejo de los Reyes o La Zarza de Pumareda, o para manifestarse en Vitigudino contra la mina de uranio de Retortillo que amenaza la ganadería del Campo Charro.

Sobre este último punto, aún recuerdo el manifiesto que leyó aquel día en Viti, sin pelos en la lengua, valiente, apuntando directamente a quienes, pudiendo hacerlo, no defienden nuestra tierra salmantina. Este hecho, sin embargo, le valió la reprimenda de cierto periódico en papel, poco acostumbrado a personas que alcen la voz por Salamanca, que con un profundo desprecio le señaló a Pinto que debía dedicarse a las vacas, y no a opinar sobre política. Sobre ello, bien podría haberle espetado José Pinto como respuesta una de sus frases: "somos rurales, pero no tontos".

En definitiva, se nos ha ido un gran salmantino, profundamente amante de su tierra y, sobre todo, defensor de la misma, de nuestros pueblos y nuestro campo, que son los que forman el corazón de esta gran provincia, frecuentemente olvidada bajo el nombre de una gran y ocho veces centenaria universidad.

Un paisano que murió como ganadero, una profesión despreciada en algunos círculos, y que él llevaba a gala con todo el orgullo del mundo. Y no es para menos, pues sin ganadería ni agricultura este mundo se moriría de hambre. Un defensor de los servicios en nuestros pueblos, al que tristemente los servicios médicos no llegaron a tiempo para socorrerle, falleciendo en el lapso temporal entre su llamada y cuando llegaron a su casa a atenderle.

Descansa en paz, José Pinto, y muchísimas gracias por todo lo que has defendido y luchado para mejorar y dar a conocer la provincia de Salamanca. Ha sido un verdadero orgullo y placer haberte contado como paisano, así como verte lucir una camiseta con la torre de Guadramiro y otra con nuestro San Cristóbal, que confiamos en que, como patrón de los conductores, sepa guiarte con acierto por la senda a la que se esté dirigiendo tu alma. Esperemos poder devolverte una mínima parte del orgullo que nos has hecho sentir en estos años, estés donde estés. Gracias.

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