OPINIóN
Actualizado 03/03/2019
Soraya Herráez y Rebeca Martín

A veces hay que pararse un momento y frenar ante el frenético ritmo que impera en la actualidad para quedarnos con los pequeños detalles. Si, esos que de repente le dan la vuelta a tu día y te hacen pensar que estás haciendo algo bien, que merecen la pena todos y cada uno de tus esfuerzos simplemente por disfrutar de instantes así.

Por ejemplo cuando Bruno al marcharse de la sesión de Punto de Cuento con su mamá dejó separado un libro para la próxima visita, porque le encantan los dinosaurios y, aunque aún no sabe leer, tenía claro que esa historia le gustaba.

O cuando Nerea descubrió en el libro "Why the Face?" de Jean Jullien una ilustración igualita a ella y decía emocionada "¡se parece a mí! ¡Estoy en un libro!" justo antes de que viajáramos a Nueva York durante la sesión del programa Leemos en Inglés.


Un momento bonito es decirle a los pequeños que vives en la luna y que nadie te diga que es imposible, sino que se escuche una voceita ilusionada preguntando ¿Y cómo vamos?" para que otro compañero le conteste "¡Pues en cohete, está claro!", como pasó en la sesión de Cuentos en Inglés del Colegio Trinitarias.

Precioso es estar en un curso compartiendo ideas para trabajar la lectura desde el área de matemáticas y que uno de los docentes que asisten se preste a recitar un poema sobre los números de Gloria Fuertes como si fuera la propia Gloria Fuertes, como pasó hace unos días en el CFIE de Ciudad Rodrigo.

¿Y sabéis por qué pasa todo esto? Porque compartimos emoción a través de las historias que nos contamos, nos vinculamos con las palabras que utilizamos y podemos conseguir cosas increíbles con ellas. Por eso las cuidamos al detalle. Y son, precisamente estos detalles, los que nos hacen grandes.

Feliz domingo, curios@s.

Rebeca Martín.

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