OPINIóN
Actualizado 22/02/2019
Redacción

Una investigación en Estados Unidos acaba de demostrar que el lenguaje de los políticos, en este caso americanos, es cada vez más simplista: menos analítico y argumental, más centrado en las personas y más emocional. Es lo que se llama ahora"populismo. No intentan convencer sino adoctrinar, engañar, seducir, fanatizar a los más fieles, por un lado, mientras se insulta y denigra al adversario político.

Pues en España no nos quedamos atrás. Cuesta encontrar excepciones. Intente encontrarlas usted mismo, yo no hago proselitismo.

Autoalabarse, intentar construir un personaje que no tiene nada que ver con la realidad, cambiar de mensaje o de socios sin el menor pudor, defender o atacar demagógicamente, etiquetar a los demás de extremistas de uno otro sentido, con denominaciones absolutas como nazistas, fachas, comunistas, etc. Seguro que está cansado de estas etiquetas y de las atribuciones siempre malévolas que se hacen sobre el adversario. Todo menos análisis críticos serios. La racionalidad está cada vez más alejada de nuestros políticos.

El objetivo prioritario de los partidos parece ser llegar al poder y "salvarnos" del peligro que supone que gobiernen los "otros, que son "los malos. Nos tratan como niños.

Y llegados al poder, gobiernan para mantenerse en el poder, especialmente cuando se acercan a las elecciones. No son pocos los gobiernos que tienden a usar el dinero de todos para hacer propaganda de su propio partido, en lugar de demostrar ecuanimidad y justicia en las decisiones e inversiones. ¿Cuántas veces ha oído la frase: "se ve que estamos de elecciones?

Las autonomías, especialmente las dominadas por nacionalistas, siempre hacen la siguiente pregunta: ¿qué hay de lo mío? ¿Y qué han hecho los gobiernos cuando han necesitado los votos de los nacionalistas?

La prensa, salvo excepciones, que dejo a su juicio señalar, se ha convertido en propaganda de unos u otros. Leer varios periódicos y cambiar de telediarios se ha convertido en una necesidad de toda persona que no quiera dejarse engañar.

¿Por qué no nos cuentan unos y otros las escandalosas diferencias entre autonomías, entre salarios, entre pobres y ricos? ¿Ha pensado usted en el número de políticos que velan por nuestro bienestar? ¿Es inherente a la democracia tantas diputaciones, cortes y parlamentos, congresos y senados, asambleas y consejos europeos, etc.? ¿Qué ha sido de aquellos que decían priorizar determinados cambios o incluso desapariciones de algunas de estas instituciones como el senado y las diputaciones?

Yo no sé qué es lo que debe permanecer o desaparecer, pero recomiendo a los políticos que se pregunten: ¿Por qué en la transición los políticos eran mejor valorados por los españoles y fueron capaces de llegar a acuerdos sustantivos? ¿Es normal que, con la deuda que tiene España y la situación de las pensiones, por no hablar de otros temas como la educación o la sanidad, no se tomen, señores políticos, en serio estos temas?

Félix López Sánchez

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