Cuando se tienen tantas ganas de escribir sobre algo, y hay muchas cosas que decir, es difícil saber por dónde empezar. Quizás la cronología ayude a organizar el intento.
Echando un vistazo a este diario digital hace tiempo, encontré una columna cuyo título me llamó como si hubiera dicho mi nombre: La ciudad de la luz. Así fue como empecé a leer a José Amador Martín. Y a quedar completamente cautivada con sus imágenes. No sé cómo están realizadas, con qué exposición, filtros, accesorios, no sé nada. Pero hay algo indiscutible: sus fotografías me emocionan.
Me emociona ver mi amada ciudad con cielos naranjas, dorados, grises, amaneceres y ocasos, lluvias y nieblas, sus calles vacías o escuchando los pasos, sus piedras cinceladas por su cámara realzando los relieves? Y desde entonces, oír la lluvia chapotear en el alféizar de mi ventana es ver en mi mente las gotas de agua en sus fotos salpicando las barandillas de los balcones de la Plaza Mayor, y las farolas reflejarse en un charco sobre el granito, y los hilos de hierro de la piedra de Villamayor enrojeciendo en las fachadas con la caricia del sol.
José Amador Martín logra ser eco en las piedras, reverbera su mirada entre las calles, esa forma de ver que enamora y hace que su cámara sea mariposa que pace en la historia de los edificios, en las rejas, en las conchas, en la frialdad de las losas o en la calidez de un rayo de sol, que liba toda la clorofila del universo para ponerla en una sola planta, que a base de ver el dorado de las piedras dora asimismo los campos y nos refleja el más bello otoño, que da tanta vida a las ramas despobladas del invierno, que busca los huecos para atravesarlos de claridad, que hace de los soportales de la Plaza un útero que acoge, ahora lleno de vida, ahora lúgubre de soledad y madrugada. Que pasea entre luces y sombras y pone más negro en lo negro y más sol en el rayo de luz. Que refleja una niebla que humedece y hace respirar, y una atmósfera que convierte el vaho del invierno en frío helador. Cada página de Salamanca Ciudad Interior es un presente inigualable, y cuenta todo el amor que tiene a nuestra ciudad, lo transmite? Es un libro para ver sin tiempo, imagen tras imagen, unos minutos con cada una de ellas, mirándolas, acariciándolas, paladeándolas, dejándolas hablar? El formato tan cuadrado y tan grande, la manera de jugar con los tamaños de las fotografías, la forma en la que están colocadas en las páginas, los blancos que hablan tanto y dan oxígeno a tanta belleza, las instantáneas que expresan todo en un volumen que hace sentir, realizado con exquisitez y mimo. Cada clic de su cámara hace respirar la piedra, le pone una piel con poros por la que aspira y exhala aire, y dan ganas de tocarla, de notar su textura, estremece el frío de las columnas, la suave temperatura del rayo de sol, escuchar el aleteo de un ave? Y en la mente puede sonar en el cello de Rostropovich la Suite número 1 de Bach. O los Cantos Gregorianos de los monjes de Silos. Nos hace latir al pulso de esas imágenes tan llenas de vida, y lo convierte en un auténtico viaje interior, que no puede hacerse deprisa, no es para gastar con miradas rápidas, porque es un auténtico regalo para el alma y la llena de sosiego; es un libro eterno, con un bellísimo poema titulado Ciudad de Luz.
Caballero andante, que pasea con orgullo a su Bella Dama de túnicas doradas entre los molinos del tiempo, que quiere parar el reloj para vivir eternamente la vida de ella, para llevarla de la mano, acompañar su paso, mirarla a los ojos frente a frente y escribirle poesía, publica su fervor por la palabra en su último libro, Ciudad Interior, en el que recoge toda la sensibilidad de la que es depositario, todo el amor y toda la pasión de que es capaz en una colección de poemas que no pueden dejar indiferente, que vuelven a pedir al alma reposo, calma y pequeñas dosis, para empaparse poco a poco, porque nada de lo que escribe es fugaz, sino para disfrutar, para pararse en el ritmo de sus versos y en la profundidad de la devoción que pone en ello, del placer de los sentidos en el cuerpo de la amada para recorrerla entera deslizando por su espalda sus dedos? Y encuentro hebras de Unamuno, de Neruda, de Tagore, de San Juan de la Cruz?
Y así, en sus paseos, va enhebrando sueños según su cámara ensarta imágenes y su pluma desliza poemas. Parar en el detalle, en el que tanto cuenta, que tanta vida dice, que tanto expresa. Ya lo escribí una vez: Nos tiene mal acostumbrados, pero a la vez sabemos que siempre nos va a sorprender. Hay que dejarse envolver por sus propuestas. Amador escribe igual que hace fotos: con intensidad y emoción. El hilo conductor de su obra es la Pasión por la Belleza, y lo que conecta por wifi la sensibilidad con la que está nutrido su cerebro con la de otras mentes capaces igualmente de sentir a ese nivel.
Mirada verde, cantábrica, de mar profundo, quizás pone briznas de su mar en la ciudad. Creció, como dice, "hasta la altura de la flor un día, por el lado del alba, con los ojos sin sueño". Persona de fácil encuentro, agradecido y generoso en tiempo, este coleccionista de luces, la busca con obsesión -también la luz con mayúsculas-, pregunta en sus fotografías y quizás en ellas encuentra tantas respuestas, o vuelven a llevarle a su mundo interior, a su ciudad interior, de la que sólo quienes tienen su misma sensibilidad ante la belleza, serán sus moradores.
Los habitantes de su/nuestra ciudad interior seguiremos embelesados por sus rincones y sus plazas, sus fuentes sonoras llenas de vida, sus verdes intensos, sus dorados de otoño y piedra, nos haremos preguntas en las calles y las luces de la ciudad serán las respuestas, y a base de rayos de sol y calidez en las piedras se diluirán las sombras de nuestra existencia. Escucharemos sus músicas amadas, que serán las bandas sonoras de nuestros sueños y nos bañaremos en sus collares de verso llenos de ritmos para el alma. Su mirada, esa forma de ver nuestra amada Salamanca, se extiende y difunde por ser eco en las piedras. Profunda admiración hacia una manera de sentir: una explosión de belleza que se hace imagen, música y verso. José Amador Martín, gracias infinitas, que no nos falte tu mirada.
Queda felicitar a ambas editoriales por el gran acierto de publicar estos dos bellos libros, Desván, en el caso de "Salamanca Ciudad Interior" (2015) y Amarante el de poesía, "Ciudad Interior" (2018). Libros para distribuir en dosis en el tiempo, para buscar con calma las dosis de lo eterno.
Agradezco la imagen de José Amador Martín a Alberto Martín.
Y a José Amador Martín su amable generosidad por sus fotografías.