OPINIóN
Actualizado 28/01/2019
Fernando Robustillo

Por labores de asistente o de canguro, como ustedes gusten, últimamente paso más tiempo en la capital de España que en Salamanca. El jueves pasado, para un asunto que requería mi presencia, llegué a Salamanca a las siete de la tarde del jueves y me marché

En Santa Marta, donde tengo mi domicilio, esa tarde de jueves los únicos vecinos con los que me crucé fueron Jose y su familia, los que viven puerta con puerta en el mismo descansillo. Fue un saludo amable y cortés, como habitualmente hacemos cuando nos vemos, a él, a su mujer Teresa y a su hija Paula y nada extraño observé que pudiera anunciar lo que ocurriría al día siguiente.

Queda dicho que me volví para Madrid el viernes, en Auto-Res, y el sábado por la tarde recibo una llamada de otro vecino para decirme que acaban de enterrar a Jose. Increíble, no podía ser, ¡qué ingrato destino iba a decirme que aquel saludo del jueves se transformaría en una despedida!, y sí, así sucedió. Al parecer, poco después de la tarde del viernes entró en parada cardiaca, que es la única forma en que, seguro, moriremos todos y no se pudo hacer nada por reanimarle.

"Muerte natural" en dos palabras, como si fuera natural morir tan de repente y con veinte años menos (45) de los que yo tengo. He de reconocer que ando un poco "tocao" desde entonces, al igual que lo estarán sus familiares y muchos vecinos de Santa Marta.

Jose era el tipo más agradable, educado, atento, trabajador -se ofrecía para todo en la comunidad de vecinos-, inteligente, deportista -tomaba la bicicleta con asiduidad- y de tal dinamismo que nadie podría decir que le esperaba una vida tan corta cuando estaba tan lleno de vida. No pude asistir a su entierro, pues aparte de no saber nada hasta celebrado el óbito, por razón natural quizá el destino actuase así a sabiendas de que por mucha más edad no me correspondía enterrarle.

D.E.P., Jose, y un abrazo mío y de mi familia para tu esposa, tu hija y todos los tuyos.

Pido disculpas a cuantos me leen habitualmente si no les gusta que le hablen de la muerte y de obituarios, pero esto también es mi afecto y consideración, aprovechando esta tragedia, a todas las personas no famosas que diariamente pasan por esta circunstancia, ya sean finados o familiares.

Además, puesto que solo cabe el homenaje del silencio, espero vuestra comprensión del por qué este artículo haya sido más breve de lo habitual.

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