Nadie como José Amador Martín ha retratado la Plaza Mayor de Salamanca, ágora de todos, espacio de todos los encuentros, encuentro de todos los pasos. Abrazo de piedra barroca, entrada y salida del palpitar de una ciudad que ama la calle, la cita, la barra de bar donde compartir cafés, vinos, cañas, negocios y anhelos. Plaza cosida a puntadas del corazón que recorremos, día a día, sabiéndola tan nuestra como el pasillo de la casa común de todos, los que vivimos la Salamanca de siempre, lenta y letrada y los que la visitan, espacio privilegiado de turismo internacional.
Nadie como José Amador Martín ha convertido la Plaza nuestra, la nuestra Plaza con la poesía de su luz a todos las horas del día. Día de sol, día de niebla, día de lluvia, Plaza resbaladiza de hielo, Plaza cubierta de nieve, Plaza reflejada en los charcos del corazón, Plaza abrazada. Y como nadie como José Amador Martín para el discrepar suave, él y yo frente a un vino como los buenos salmantinos, discutimos sobre la Plaza acodados en la barra del afecto y del respeto: él defiende el espacio vacío, limpio en su grandeza de granito limitado por las hermosas paredes de Churriguera, yo, sin embargo, disfruto de la Plaza llena de libros, señora de la Feria hasta con sus casetas feas, feas que estropean la foto y sin embargo, llenan esta Plaza nuestra de renglones, autores, portadas de colores, exposiciones, palabra repleta de genio que escuchamos con reverencia. Amo la Plaza letrada de Feria del libro viejo, del libro de mayo? feria hecha por las bibliotecas municipales con amor y con razón para llevarla al lugar más querido, más emblemático de nuestra Plaza del latido, la Plaza que es ágora de encuentro.
A Amador y a mí la discrepancia nos sirve, no como a los políticos y a los tertulianos, para remachar cada uno su propio clavo, porque en el discutir del español de pantalla y foro de periódico ?quizás menos en esa radio que sigue siendo espacio de encuentro- hay una sordera total a las razones del otro, a los argumentos que convencen. Se sientan a vomitar su discurso independientemente del otro. No es hablar, ni conversar, ni dialogar, es dar mítines, largar lo suyo? sin embargo, nosotros tenemos el fluir de quienes se aprecian y se aprenden, tenemos la convicción y el deseo de hacer cambiar al otro de opinión? y cuando vamos por el segundo vino ambos nos damos cuenta de que los dos pensamos lo mismo y que somos capaces de entendernos aunque yo quiera seguir llenando la Plaza de libros y él la quiera vacía de todo, incluso de conciertos? Eso sí, otra cosa en la que ambos estamos absolutamente de acuerdo es en detestar la Nochevieja Universitaria por tumultuosa y lesiva para este corazón barroco que algún día le dirá basta a tanto desmán multitudinario y alcohólico.
Cuánto amamos los dos este espacio privilegiado del corazón. Yo lo quiero lleno de lo que creo que es uno de los valores de esta Salamanca universitaria, unamuniana, literaria? libros libres para todos, traídos de la biblioteca que es calle. Él, mi querido poeta, mi admirado fotógrafo, la quiere desnuda y libre de toda servidumbre que no sea el paso de los que la pasean. Ambos brindamos por ella, sin intereses económicos ni políticos, desde el amor y el deseo de preservar este regalo de todos. Y en ella los libros, Amador, los versos tuyos y los pasos nuestros.
Charo Alonso.
Fotografía: José Amador Martín.