OPINIóN
Actualizado 28/01/2019
Rubén Martín Vaquero

Los alquimistas (casi todos religiosos ya que el pueblo llano no tenía acceso a la cultura y los nobles estaban ocupados en otros menesteres más prosaicos), eran seguidores de la ciencia experimental que a través de investigaciones y estudios del destilado, la sublimación, los alambiques, aleaciones, etc., creían llegar a descubrir la piedra filosofal que eliminase las impurezas e imperfecciones de los metales y los trasmutara en oro con un sencillo contacto. También buscaban un remedio medicinal, el elixir de la vida, que eliminase los malos humores que llevan la corrupción al cuerpo humano, convencidos que al quitar lo corrupto el hombre viviría muchísimos años.

Para ello buscaban el Quinto Elemento que se suponía estaba en todos los cuerpos y formaba su principio activo. La búsqueda en la Edad Media del Quinto Elemento llevó a perfeccionar la destilación y así se popularizaron los alcoholes que se emplearon para descubrir la "quintaesencia" de las plantas y de esta forma obtuvieron bebidas medicinales (aunque por desgracia no llegaron a dar con el elixir de la eterna juventud). No confundir a los alquimistas (místicos y químicos) con las hechiceras, que en la península Ibérica se llamaban anjamas y se decía que vivían en palacios subterráneos repletos de tesoros y de joyas a los que se accedía por una cueva.

El nombre puede que se derive de Diana. Afirmaban que se aparecían en forma de mujeres ancianas para probar la caridad de las personas. En su aspecto verdadero eran jóvenes, bellas, rubias, de ojos azules, e iban vestidas con túnicas de flores, estrellas de plata y medias verdes. Llevaban un báculo dorado con el que protegían a los animales y si daban con él un simple toque sobre cualquier objeto o material, al instante quedaba transformado en oro.

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