Alejandro Ruiz-Huerta, en la Plaza Mayor de Salamanca


LOCAL
Actualizado 27/01/2019
Isabel Rodríguez

"La política de la memoria" sigue siendo, tal y como asegura, una asignatura pendiente de nuestra democracia, al tiempo que reflexiona sobre la "razón precaria" que nos amenaza en estos tiempos y que nos lleva "a que no podemos tener la seguridad de las c

24 de enero de 1977, lunes negro de la Transición que, al mismo tiempo, habría de ser clave en "la construcción del consenso", tal y como recuerda, 42 años después, Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, el último de los cuatro supervivientes de la trágica noche de Atocha, cuando tres pistoleros de extrema derecha entraron armados en el despacho laboralista de Atocha 55 y dispararon sobre las 9 personas que estaban allí, cinco de ellas fallecieron. Nuestra "todavía pequeña democracia" tiene aún una asignatura pendiente, precisamente con las víctimas de la transición y del franquismo. "Los vacíos de la política de la memoria son impresionantes", subraya Alejandro Ruiz-Huerta en esta entrevista durante su visita a Salamanca, como cada mes de enero, para participar en el homenaje a los abogados de Atocha, entre ellos, el salmantino Serafín Holgado, de quien destaca "su humildad y su tranquilidad".

Han pasado 42 años, pero sigue siendo imprescindible hablar de lo que pasó aquel 24 de enero, ¿hasta qué punto cambió la historia de este país?

Hasta un punto muy alto, precisamente mi último trabajo tiene que ir con la construcción del consenso político del país, un tema clave, a pesar de lo vilipendiado que ha estado en muchos espacios, entre otras cosas porque fue típico del discurso del Rey en su toma de posesión el 22 de noviembre del 75, pero creo que es verdad. Y un artículo mío, publicado en un libro editado por la Universidad de Burgos ('40 años de Constitución española: un análisis desde España e Iberoamérica'), se llama precisamente 'De Atocha a la Constitución 1977-1979: la construcción del consenso'. Lo que pasó en Madrid, y en muchas otras partes de España porque hubo muchísimas manifestaciones, los días 23, 24, 25 y 26 de enero.

"Los vacíos de la política de la memoria son impresionantes"

La violencia que vivimos desde algún tiempo antes, pero sobre todo a partir del 23 de enero, con la muerte de Arturo Ruiz, especialmente significativa, en una manifestación por la amnistía, le mata un pistolero profesional de la extrema derecha en la calle de la Estrella; el 24 la muerte de Mari Luz Nájera en la calle por un bote de humo de la policía, a eso se unen los secuestros de Oriol y Villaescusa. Además de todo esto, el 24 matan a mis compañeros de Atocha y nos dejan medio muertos a los 4 sobrevivientes; el 25 más de 200 abogados del Colegio de Madrid se encierran en el Colegio para pedir al Ministro de la Gobernación que nos dejen velar a nuestros compañeros. Y al día siguiente, la inmensa manifestación de silencio que se produce en Madrid, con un servicio de orden de 5.000 militantes del PCE y de CCOO que recorrió las pricipales calles del centro de Madrid, y que fue algo clave en la construcción del consenso. El mensaje de mis compañeros fue de silencio total, se rompió con ese hilo que se estaba creando de violencia, y sin hablar de venganza, por supuesto. Ese elemento es suficiente para decir que el papel del atentado de Atocha fue clave.

¿Qué le diría a los que ahora critican e incluso ponen en entredicho la Transición?

Que critican, bien, pero que la pongan en entredicho, se nota que no conocen. Hago un juego de palabras muy significativo con la palabra transición, si quitas la 'n' y la 's', queda traición, y con esas letras (n s), no sabe. La gente no sabe hasta qué punto nos jugamos la vida en aquellos años por la libertad para todos.

¿Se ha reconocido en su justa medida a las víctimas de la transición?

No se ha reconocido a las víctimas del franquismo y de la transición, hay muchísimos crímenes invisibilizados, he conocido en los últimos años algunos de ellos, o los he recordado más. Cosas insospechadas, como en Valencia, un hombre que pegando carteles en el mismo año 1977, en las elecciones, le mató un fascista. Ahora va a ser conocido en un libro que se está preparando a través del Consejo General de la Abogacía sobre los abogados que cambiaron España. Hay mucha gente a la que no se ha reconocido.

¿La política de la memoria es una asignatura pendiente?

Absolutamente pendiente. Aquí todos los gobiernos que ha habido hasta el presente, y al presente creo que no le van a dejar aprobar ni los 15 millones que tiene previsto para la Memoria Histórica en los PGE, ha habido una carencia absoluta, no había ninguna voluntad de trabajar por la memoria, ni siquiera cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero propone y el Parlamento aprueba la Ley de Memoria, que tuvo que tener un título muy largo para evitar que sea la memoria democrática. La memoria tiene que ser compasiva. En mis últimas intervenciones hablo de la etica compasiva, cualquier ciudadano, tenga la conducta que tenga y haya hecho que lo que haya hecho, tiene derecho a la dignidad como persona, otra cosa es que ellos decidan romper esa dignidad matando o insultando. Los gobiernos de Rajoy han sido muestra de la poca seriedad que el PP tiene con la memoria histórica, y los vacíos de la política de la memoria son impresionantes.

¿Cómo enfrentarse a este auge de voces de ultraderecha?

Trabajando más en la memoria democrática. En la democracia que hemos tenido hay muchas cosas que no se han desarrollado claramente en este país, una política de memoria, una participación más abierta de la ciudadanía...

Hemos perdido derechos, especialmente durante la crisis, ¿ve al ciudadano resignado, menos combativo de lo esperado?

Es muy difícil, al hilo de todo esto se está produciendo un cambio tan terrible, cada día tenemos menos certezas, y tenemos una razón precaria, ya no podemos tener la seguridad de las cosas que pasan. Las redes sociales, las nuevas tecnologías..., al final vamos a ser unos pocos datos, y ya está. Nos olvidamos de poner nuestras energías donde las tenemos que poner, y que sigue siendo la memoria democrática, buscar la verdad, porque es imprescindible, es una muleta fundamental para seguir andando por la vida.

¿Se aprende a vivir sin miedo?

El miedo no es libre, y lo tienes permanentemente, todos los 24 de enero salgo a la calle y tengo miedo.

¿Qué recuerda de Serafín Holgado?

Su humildad y su tranquilidad. Entró en el despacho pocos meses antes del atentado. Yo estaba poco allí, porque además tenía trabajo en el movimiento ciudadano, pero le conocí más, para su desgracia y la mía, el 24 de enero. Hice la última comida de vida de Serafín, comimos juntos Serafín, Ángel Rodríguez Leal y una secretaria del despacho, Manoli Castro y yo, en un restaurante muy cerca, una comida entrañable por lo que pasó después. Seguro que hablábamos de lo que estaba pasando en esos días, y luego nos fuimos cada uno a nuestro trabajo, yo me fui a Vallecas, y cuando volví era para la reunión del movimiento ciudadano, él no estaba en esa reunión, pero la casualidad quiso que estuviera allí. Es un recuerdo muy triste el que me queda de Serafín.

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