Sé que dicho así suena a apocalíptico. Es lo que le acusa Donald Trump todos los días a la prensa norteamericana y ésta, en vez de rebatirle con informaciones irrefutables que le hagan ganar audiencia, se desploma en tirada de ejemplares y en influencia social.
No es, pues, la época de periodistas independientes, con prestigio ganado a fuerza de informaciones contrastadas y efectivas. Ahora le toca a los influencers, youtubers y demás fauna electrónica cuya terminología no domino: gentes que desde su casa escriben cosas que tanto da que sean ciertas como falsas para ir formando con ellas nuestra conciencia colectiva.
Los medios tradicionales vamos, por consiguientes al rebufo de sus dictados. Y lo que es peor, entre todos hemos impuesto la moda de lo políticamente correcto, es decir, de una especie de pensamiento único en cuestiones de moral, de política, de conducta social? tan pernicioso como era antes entre nosotros el de signo contrario durante el franquismo, en el cual las noticias venían impuestas y para trasmitirlas tenías que ser afecto al régimen y de un comportamiento político fuera de toda sospecha para quienes entonces mandaban.
Ahora, en una inversión de valores, vuelve a suceder lo mismo: si tus ideas no son las que socialmente se llevan en cuestiones de sexualidad, política, inmigración, gasto social, impuestos, humor y otras de mayor enjundia, prácticamente no tienes cabida en los medios de comunicación de masas y acabas siendo, no ya un ciudadano de segunda, sino un apestado sobre el que se puede aplicar la violencia popular, de carácter terapéutico, eso sí.
Añoro, qué quieren que les diga, los treinta años siguientes a la muerte de Franco, en los que, libres del corsé de la dictadura, cualquier pensamiento estaba permitido y fluían el debate intelectual y las libertades políticas en un ambiente de respeto y solidaridad ciudadana. Casi, casi? lo opuesto a lo de ahora.
Desde el punto de vista del periodismo, al informador se le contrataba por su valía personal, fueren cuales fueren sus ideas, en vez de primar el alineamiento ideológico, como ahora. Por eso, admiro a personajes como el socialista Joaquín Leguina quien, sin abjurar de sus ideas, dice lo que le personalmente le parece sobre la memoria histórica, las leyes de violencia de género o lo que sea.
Ojalá pueda seguir haciéndolo durante muchos años.