Parece que ha estallado la bomba de neutrones. Los edificios están en pie, pero los seres vivos han desaparecido. Fueron pulverizados, o están todos en refugios antiatómicos. Esa parálisis completa de todo me produce una angustia invencible.
Eso ocurre tres o cuatro veces al año. Casi siempre en fiestas religiosas. Se supone que hay que solemnizar a Dios. Pero ¿seguro que Dios quiere que desparezca todo signo de vida sobre la Tierra? ¿Seguro que eso es hacerle un honor: apagarlo todo, morirse todos durante unas horas? Yo creería que Dios preferiría movimiento por todas partes, imaginación, creatividad. Ya que, si es algo, es precisamente una fuente de vida incesante.
¿Y la gente pretende celebrar a Dios suicidándose unos días al año, cesando toda actividad, metiéndose en el sepulcro? Extendiendo el vacío y la muerte por todas partes. Están todos como almas en pena en los sofás, tragando toneladas de televisión o internet, en estado catatónico en los rincones.
A mí eso no me parece una fiesta, me parece el vacío y la desolación. Me parece una historia de terror, me parece un espanto. Si se acercaran extraterrestres dirían que este planeta de vez en cuando se suicida, se vacía las venas, deja de latir.
¿Y eso qué sentido tiene? ¿Descansa uno de ese modo?. Que yo sepa no se descansa dejando de latir, de ese modo se muere. El latido no puede cesar nunca, aunque lo tomemos con calma, aunque latamos meditando o haciendo el amor o viendo visiones o imaginando películas o paseando en mitad de las calles sin necesidad de producir como máquinas. Descansar precisamente consistiría en estar vivos por una vez. Pero no.
Parece que descansar es morirse, es no hacer nada. Yo creo que descansar es hacer otra cosa más libre y más agradable. Prefiero las ciudades vivas, prefiero la vida.
ANTONIO COSTA GÓMEZ