OPINIóN
Actualizado 15/01/2019
Félix López

Revisar y proponer la pena que supuestamente merece cada delito, decidir cuando ha llegado el momento de rebajarla, si fuera el caso, permitir determinadas salidas en libertad, pronosticar una posible curación o apoyar, si no es así, el cumplimiento completo de las penas o la llamada prisión permanente revisable, son decisiones profesionales muy difíciles de tomar y estar seguros de haber acertado. Mi comprensión y solidaridad con todos los que tienen que tomar estas decisiones.

Yo no puedo ayudarles demasiado en estas cosas, solo reflexionar en alta voz. He dejado pasar unos días, después de sucesos bien dramáticos que no cesan.

Dando por hecho que "la justicia" y su símbolo de equilibrio perfecto, palabra y símbolo, son una referencia utópica, y que muchas de estas decisiones son discutibles, empezando por el contenido de las leyes de referencia para hacer justicia, me pregunto si no sería mejor:

1º.- Mantener el concepto de culpabilidad y pena, condenando a los culpables por el tiempo de prisión que deban pagar (evitando afirmaciones como: ¡que se pudran y mueran en la cárcel") conforme a la ley. Por cierto siempre mejorable (y ¡ojalá!, no sea por razones electorales).

2º.- Aceptar su libertad, antes de haber cumplido la pena de prisión, si ha habido rehabilitación. Es decir, mantener la posibilidad de reducir la temporalidad en la cárcel, como ya ocurre.

3.- No aceptar su derecho a la libertad si, habiendo cumplido la pena impuesta, no tenemos razonable seguridad profesional de que se haya rehabilitado. Si la persona sigue siendo un peligro para la sociedad, no tiene sentido concederle la libertad. Solo el éxito de la libertad vigilada podría justificar que alguien salga de la cárcel si, buenos profesionales, reconocen en él factores de alto riesgo; pero en algunos casos, ni siquiera la libertad vigilada para garantizar la libertad. El sistema debe responsabilizarse de la seguridad de los ciudadanos. Algunos casos recientes parecen haber demostrado que algo grave está pasando.

Creer que la pena y su temporalidad deben ser el eje central y casi único, presionando para que los encarcelados no salgan hasta cumplir toda la pena, o darle la libertad, sin más, cuando han pagado la pena, me parece una barbaridad profesional y social. Un buen equipo de profesionales es la mejor garantía en decisiones tan difíciles, siempre, por otra parte, dando prioridad a las víctimas que ya han sido y a las que estamos obligados a proteger en el futuro.

La pena, entiendo, debe ser revisable por abajo y por arriba.

¿Y cómo llevar esto a cabo? Yo no lo sé, pero creo que la clave es una buena formación de los jueces, los servicios jurídicos, el personal de prisiones y los psicólogos y psiquiatras que los evalúan. Buenos profesionales deberían tomar estas decisiones, adelantar la libertad o retrasarla cuanto sea necesario, incluso si acaba siendo permanente. Esta debería ser una prioridad de los gobiernos, hasta que estemos convencidos de que lo hemos hecho lo mejor posible. Solo este esfuerzo nos permitirá aceptar los fallos que, después de hacerlo lo mejor posible, no podamos evitar. Tener que escuchar ciertas afirmaciones ("estaba cantado que este volvería a matar") o medidas vagas para que no vuelva a pasar, no es la solución. Profesionalidad excelente en todos los que intervienen, es lo que necesitamos priorizar.

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