Si RENFE tuviera que indemnizarme por las horas de espera en las estaciones y vías extremeñas durante los seis años que por razones de trabajo viví en las dos ciudades de la comunidad, podría viajar gratis en sus trenes el resto de mi vida, pero seguiré pagando religiosamente mi billete, los jóvenes de aquella generación éramos más conscientes de nuestras obligaciones que de nuestros derechos y resolver nos preocupaba más que denunciar.
De aquella flota de trenes viejos, lentos y sucios, sólo se salvaba uno: el Ruta de la Plata, aquel tren EN el que SÓLO era posible viajar si se sacaba el billete con mucha antelación porque siempre iba al completo. Así y todo, a mediados de los ochenta, acusado de deficitario, el Ruta de la Plata desapareció de las vías españolas, algo que ni entendieron los extremeños, ni entendieron el resto de los españoles afectados.
Tras la caída de este tren cayeron otros más en todas las comunidades. A cambio nos prometieron trenes fantásticos, pero las vergonzosas complicaciones sufridas por los viajeros estas navidades en las rutas extremeñas, ratifica lo que todos los que seguimos vinculados a esa tan querida tierra sabemos: que allí no han llegado ni en parte, y viajar en tren por Extremadura sigue siendo tan penoso como hace cuarenta años.
El problema no es de dinero, ni de medios ni de posibilidades, es, sencillamente, de falta de buena voluntad, y si esto es grave que pase en cualquiera de las comunidades, en la extremeña es más grave todavía, porque los extremeños, por obra y gracia del olvido oficial que tan injustamente han sufrido siempre y siguen sufriendo, tienen que desplazarse con frecuencia a otras comunidades a trabajar, a estudiar, a comprar y a vender y a recibir tratamientos médicos incluso, pero ninguno de los gobiernos de la democracia ha mostrado interés en querer acabar con este abandono de siglos y Extremadura sigue siendo la hijastra de España.
Ante la comprensible indignación que lo sucedido ha provocado tanto en los viajeros afectados como en todos los extremeños, el Gobierno central le carga el mochuelo al autonómico, el autonómico se lo carga al central y RENFE, que no recuerda cuándo nacieron esos trenes, que se ha olvidado por completo de jubilarlos, que no sabe que un tren que sufre los males propios de la vejez no puede ser reemplazado con éxito por otro gemelo, se ha comprometido a abrir una investigación con urgencia, pero que nadie deje de viajar en los trenes, hasta que se entere de las causas, ofrece una solución eficaz: que viaje con ellos un mecánico. Esperemos que la Virgen de Guadalupe les conceda a los elegidos el don de hacer milagros, aunque según mis amigos extremeños, la cosa no va a ser nada fácil, porque siendo la primera emigrante extremeña (pertenece a la diócesis de Toledo pese a ser la patrona de Extremadura) no creen que esté tan contenta como para echarles una mano con el propósito de ayudarles a salvar de las críticas a todos los responsables. ¿Pero por qué tendrán que ser tan pesimistas con lo luchadores que son??