El tiempo libre que el señor Rato ha tenido en la cárcel donde descansa por el caso de las tarjetas black, le ha permitido cargar su escopeta de caza con abundante posta para disparar en la vista oral del juicio por la salida a bolsa de Bankia, contra todo y contra todos, menos contra sí mismo, que es la pieza tras de la cual va la justicia de la mano temblorosa de la fiscal Carmen Launa, hoy de baja por motivos de salud.
Rajoy, Guindos, Elena Salgado, la auditora, el congreso diputados y el Ministerio de Economía han recibido sus disparos, pero quienes realmente quedamos heridos fuimos todos los ciudadanos obligados a rescatar de "su" banco con el préstamo de la Unión Europea por decisión de Luis de Guindos, a pesar de que el FMI pidió a Bankia que mejorara el balance y la gestión, mientras Rato proclamaba el éxito de su gestión, poniendo las acciones de Bankia un 75 % más baratas que el valor contable del banco.
La chulería y desparpajo con que Rato se ha dirigido a la fiscal durante la vista del juicio oral, con frases del tipo: "No perdamos más tiempo con esto"; "No sé adónde quiere usted llegar"; "Permítame que termine"; o "¿Cuántas veces se lo tengo que decir?", hacen pensar que semejante actitud habrá influido en la dolencia de Launa y el aplazamiento durante dos semanas del juicio.
Pero el sabio refranero español santifica la honestidad de Rato diciendo que "honra merece quien a los suyos se parece", pues don Rodrigo se parece mucho, pero que mucho, a los suyos, es decir, a los rateros que le precedieron en la dinastía que él ahora encabeza, porque es difícil encontrar mayor aval de esa virtud que el mostrado por nuestro hombre en la imitación de los gloriosos y honrados comportamientos de sus familiares más cercanos.
Recordemos que su millonario padre-patrón, don Ramón, fue condenado en 1967 por el Juzgado Especial de Delitos Monetarios, a tres años de cárcel en Carabanchel y dos multas de 176 millones de pesetas por evadir dinero y quebrar dos bancos. Y su hermano Ramón también fue condenado a dos años de prisión y 44 millones de pesetas de multa.
El empeño de muchos en desacreditar a don Rodrigo que en tiempos de bonanza económica mundial estuvo al frente de los euros públicos, es injusto. Como injusto es que se le recuerde su salida por la puerta de atrás del FMI o su discreto silencio que guardó con las cuentas de la "primera banca española", mientras tocaba la campañilla en la Bolsa. Pobre hombre.