Tiempo para ponerse al día de lecturas atrasadas que no se requieren directamente para las clases y cuyo contenido se aleja de la ficción adictiva. Asuntos que siempre han llamado mi atención con otros de novedosa actualidad. Entre los primeros, Ideas comprometidas. Los intelectuales y la política, un libro editado por dos colegas que pronto vendrán a Salamanca para presentarlo: Maximiliano Fuentes y Ferrán Archilés. Un repaso al compromiso intelectual como armadura de quehaceres dispersos durante el siglo corto que supuso el lapso configurado entre la Gran Guerra y la caída del Muro. Diversas épocas de colaboración, denuncia, ocultamiento; de sueños quebrados y narcisismos confrontados poco atemperados; de lucha por la libertad y la democracia o de asaltos al cielo. La liberación nacional, el fin del autoritarismo, la revolución mundial, el feminismo, el ecologismo. En medio, los portadores de la palabra, los intérpretes del devenir colectivo, los clérigos instruidos finalmente secularizados. La política de masas demandante de que alguien asuma una incierta obligación contraída, un compromiso seglar salvador. Un tiempo acabado.
Firmas vicarias de manifiestos minuciosamente elaborados donde lavar la conciencia o salvar los muebles del incendio. Encabezamientos de marchas callejeras portando pancartas reivindicativas arropados por la gente que extrañamente se identifica con una bandera. El ahora pequeño intelectual es una pieza extraña en el devenir de la historia, un juguete roto que ni siquiera sirve como adorno. Pretende convencerse de que su voz va a estar acorde al sentir de los tiempos cuando el alza de la reivindicación de la identidad nacional así se le demande. La llamada de la tribu puede ser la última oportunidad de significarse en la plaza pública. Unir su nombre al de otros, poner el hombro en la quimera grupal para resaltar que no es un individuo aislado, un ser de otro tiempo ajeno a lo que, le dicen, está pasando en el país, al momento histórico de la (re)construcción de la patria. De nada sirve que no crea en ese galimatías de sensibilidades trascendentes, de esas peticiones de hermandad; ni que le asuste la lógica nefasta en que se construye la vida en la confrontación amigo enemigo.