Corría octubre del año 1920, cuando la crisis de subsistencias se hacía más que presente entre la sociedad del noroeste salmantino, con la carestía de los productos de primera necesidad de fondo, que venía arrastrándose desde el último año en que la Primera Guerra Mundial asolaba media Europa.
En este sentido, si las mujeres de Doñinos de Salamanca se echaron a la calle en mayo de 1918 con sus niños para exigir la bajada de los precios de un trigo que se volvía inasumible, casi objeto de lujo, en el mismo mes las mujeres de Ciudad Rodrigo acosaban a la corporación municipal con el mismo objetivo, a la par que en Aldeatejada y Béjar se dirigían al Gobernador Civil y al Alcalde en octubre y noviembre de dicho año exigiendo lo mismo.
No obstante, en el noroeste salmantino 1918 fue un año medianamente tranquilo socialmente, a pesar de la carestía de precios, debiendo pasar aún dos años para que se rompiese dicha calma. En este sentido, en el otoño de 1920 la situación crítica que vivía Vitigudino, llevó a la ciudadanía de la villa a amotinarse, realizando, en palabras de la prensa de la época, "una imponente manifestación para impedir la salida de cereales", en la que participaron más de 300 personas.
Esta manifestación se dirigió hacia la entonces panera de Gumersindo, conocido como "el de Tuta", donde se apoderaron de los sacos de grano que se guardaban en dicha panera y los sacaron a la calle, interviniendo las autoridades, que tomaron todos los sacos que permanecían en la vía pública y los llevaron al ayuntamiento de Vitigudino.
Los manifestantes, insatisfechos por no haberse podido repartir los sacos de trigo ante la intervención de las autoridades, dirigieron sus pasos hacia el garaje en que se guardaban los camiones que cargaban alimentos para su exportación fuera de la comarca, que poseían una partida de garbanzos procedentes de Cerralbo.
Conscientes de la existencia de ese cargamento de garbanzos, los amotinados vitigudinenses rompieron la puerta de dicho garaje, alargándose los disturbios en la villa hasta las dos de la madrugada, habiendo tenido que intervenir la Guardia Civil, dándose al día siguiente una nueva manifestación, aunque ya de forma pacífica, tras las promesas de las autoridades de solucionar el conflicto, previa entrega por petición popular de las llaves de las paneras al ayuntamiento de Vitigudino.
Finalmente, el gobernador civil de la provincia, el señor Dacosta, instó a que se reuniese la Junta local de Subsistencias, para determinar cuántas existencias de cereales había en Vitigudino, y cuántas precisaba la villa para sus necesidades de consumo básico, de forma que se determinase un precio a la que hiciese frente el ayuntamiento respecto a los cereales que había incautado, y posiblemente, también para fijar que dicha cantidad se reservase a la localidad mientras los precios de los cereales siguiesen siendo tan elevados.
De esta manera, se puso punto final al conflicto en el que Vitigudino se amotinó un miércoles, 13 de octubre de 1920, alentado por el hambre que causaba estragos ante la carestía de los precios, un episodio bastante desconocido para nuestra historiografía y paisanos, del que el año que viene se cumplirá un siglo.