Un amigo, de izquierdas y bellísima persona, me hace tres preguntas navideñas, de ésas cuya respuesta correcta dicen que vale un millón de dólares. La primera es que si la Transición política fue tan ejemplar como algunos presumen. La segunda, que si la democracia exige necesariamente la pluralidad de partidos. Y la última, que si es posible un poder judicial independiente de los poderes políticos y económicos.
Ignoro el porqué de éstas preguntas y no otras, pero me he lanzado a responderlas como un kamikaze. Supongo que no le habrán gustado, pero aquí las reproduzco, por si alguien cree que merezco al menos cinco euros.
La Transición fue un modelo de concordia política, de cesiones y concesiones para que todo el mundo cupiese en un imperfecto proyecto de paz, libertad e igualdad para todos que, por supuesto, no supusiese la imposición de unos sobre otros. Cuarenta años después de un periodo de paz y prosperidad como nunca lo ha habido en la historia de España, algunos quieren reemplazarlo por el revanchismo doctrinario y la demonización de la mitad de sus conciudadanos, como si sus propios prejuicios fuesen los únicos pensamientos correctos.
En relación con ello va lo de la democracia: si no es plural no existe. Los inventos de democracia "única", ya sea "orgánica", "popular", "proletaria" u otras zarandajas no son más que edulcoradas definiciones de "dictadura". Hay derecho a creer que son mejores que la democracia participativa, sobre todo, claro, por quienes se benefician de su tiranía.
Y acabo con lo de la independencia judicial. Es posible y deseable que lo sea respecto a los poderosos. Pero también, ay, de la dictadura de una opinión pública manipulable y manipulada, que prejuzga (y condena) sin tener todos los elementos de juicio. Y, eso, en una sociedad mediática, en la que los procesos jurídicos son retransmitidos en directo, sin la discreción de antaño, y donde vale más la opinión de un vecino que una prueba pericial, y la conclusión de un contertulio que un artículo del Código Penal.
Ya sé que con estas respuestas ni contentaré a mi amigo ni, por supuesto, habré ganado el millón de dólares ni tan siquiera un miserable centavo.