El Papa Francisco nos ha enviado su mensaje para el día 1 de Enero del año 2019, Jornada Mundial de la Paz, cuyo lema es "la buena política está al servicio de la paz", lo que indica, así de primeras, que la política, en principio, no es mala, como por hartazgo piensan muchos conciudadanos, sino que, muy al contrario, es una de las más dignas vocaciones que puedan darse; es más, una vocación que, de una u otra manera, deben ejercer todas las personas de bien. De hecho, dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento ?continúa el Papa- está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana. De hecho, el saludo de los cristianos debe siempre ser: "Paz a esta casa", tal como nos indicó Jesús, por experiencia propia, en Lucas 10.
La "casa" mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También abarca "nuestra casa común", el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir.
Pero la paz es, en palabras del poeta Charles Péguy, una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. Es frágil porque si, quienes se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en instrumento de opresión, marginación y destrucción. Pero si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse en una forma eminente de caridad, al servicio de los Derechos humanos y de la Paz. Y ya Benedicto XVI había acentuado que todo cristiano está llamado a esta caridad. Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana, sea cual sea su procedencia cultural o religiosa, practicando las virtudes humanas que son la base de una buena acción política: justicia, equidad, respeto mutuo, sinceridad, honestidad y fidelidad.
Desgraciadamente, en la política práctica, junto a las virtudes también se dan los vicios, que socavan el ideal de la democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: corrupción, negación del derecho, incumplimiento de las normas comunitarias,, enriquecimiento ilegal, justificación del poder mediante la fuerza o el recurso fácil a la "razón de Estado", tendencia a perpetuarse en el poder, xenofobia y racismo, explotación ilimitada de los recursos naturales a cambio de un beneficio inmediato y desprecio por los que se han visto obligados a huir al exilio. Estos vicios llevan a todos los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, a la desconfianza acerca del futuro, viéndose condenados a quedar al margen de la sociedad y conduciéndoles, a los jóvenes y a todos, a actitudes de clausura o a nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad, más necesaria que nunca en un mundo globalizado como el nuestro.
La paz, continúa el Papa, jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de toda esperanza. Harían bien los políticos, especialmente los jóvenes y los que mantengan incólumes sus ideales pese a los fracasosy las derrotas, en no seguir tanto los dictámenes del partido, normalmente de obligado cumplimiento, sino recuperar los principios de los que emanó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la que se cumplen ahora nada menos que setenta años y cuya puesta en práctica está requiriendo de toda la creatividad y el compromiso en conciencia de los políticos y de todos los ciudadanos que queramos trabajar por el bien común de nuestros pueblos, de la Humanidad y del planeta como hogar común de ésta.