OPINIóN
Actualizado 31/12/2018
María Jesús Sánchez Oliva

Decimos adiós al 2018 y recibimos al 2019. Para unos es día de hacer balance, para otros es día de hacer proyectos, pero para todos es día de manifestar buenos deseos, y los señores que hacen las guerras abogan por la paz del mundo, y los gobernantes que maltratan a sus pueblos se comprometen a acabar con la pobreza, el hambre y la marginación, y los ciudadanos, con el corazón en la mano, pedimos para todos lo que anhelamos para nosotros mismos. Pero empezarán a desfilar los días, unos se olvidarán de sus obligaciones, otros de sus compromisos, la mayoría de nuestros deseos y el próximo 31 de diciembre sólo podremos celebrar lo que celebramos éste: el cambio de calendario. ¡Cuántas palabras huecas!

De todos modos no hay razón para perder la esperanza: donde haya una persona de buena voluntad, siempre hay una posibilidad de que el mundo sea un poquito mejor, y afortunadamente nos quedan muchas. Y mucho menos para estar tristes: el hecho de poder despedir a un año y darle la bienvenida a otro, ya es motivo de alegría.

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