"Cumple la justicia y tendrás la paz, a fin de que ambas se besen; porque todos quieren la paz, pero pocos aman la justicia" San Agustín La paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer" Concilio Vaticano II
Todos nos deseamos en estos días ¡Feliz Navidad!, pero es necesario no solo felicitar, sino contribuir a construirla, abriéndonos al misterio de Dios que nos puede iluminar horizontes en los límites de nuestra existencia, en la pequeñez de la vida. El amor, la verdad y la paz pueden despertarse cuando nos dejamos guiar por Dios, todo puede recobrar una nueva luz, superando nuestro pequeño mundo individual. Desde ahí, podemos sentir la fraternidad de los que me rodean, darnos la paz, buscar la paz y desplegar la esperanza.
Quisiéramos recoger el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero de 2019. Cada día primero del año, desde 1967, el Papa Pablo VI, en la octava del nacimiento de Jesús, invitó a toda la iglesia a una Jornada por la Paz, queriendo ser una prolongación de la Paz que nos trae la encarnación de Dios. En el nacimiento de Jesús se canta la paz y en su despedida se marcha deseando y dando la paz a los suyos para llevarla a todos los rincones del mundo. Siguiendo la costumbre judía, los primeros cristianos se deseaban la "paz". No era un saludo rutinario y convencional, ni ausencia de conflictos ni bienestar interior, era la propia herencia de Jesús: "Os dejo la paz, os doy mi paz". Un seguidor de Jesús es un "artesano de la paz".
El mensaje del Papa Francisco de este año se titula: "La buena política está al servicio de la paz". La paz es una flor frágil que crece entre las piedras de la violencia, sobre todo cuando se busca el poder a cualquier precio o no se realiza al servicio de la comunidad humana. Así, la política puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación, incluso destrucción, pisoteando la dignidad y la justicia.
Comenta Francisco, si la política se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad. El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene un valor superior al meramente secular y político, con lo que puede contribuir a la edificación de la ciudad de Dios universal hacia la que avanza la historia de la familia humana. En la caridad se despliega un programa de virtudes como la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad, con las que pueden estar de acuerdo todos los políticos de cualquier procedencia cultural o religiosa y que deseen trabajar juntos. La buena política está al servicio de la paz, respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos.
Francisco alerta de los vicios de la política, que son muchos y cotidianos, ya que distorsionan la democracia auténtica, son una vergüenza para la vida pública y ponen en riesgo la paz social. Subraya vicios como la corrupción, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto de la "razón de Estado", la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato y el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.
Subraya que todos debemos aportar par la construcción de la casa común. La auténtica vida política está fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, para ello es necesario crear confianza superando el miedo al extraño y superar la ansiedad de perder beneficios personales. Esa realidad personal, se manifiesta a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado. Para ello, afirma Francisco, se necesitan "artesanos de la paz", auténticos mensajeros y testigos de Dios que buscan el bien y la felicidad de la familia humana.
Las guerras mundiales nos han enseñado que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. El incremento de la intimidación y la proliferación incontrolada de armamento, son contrarios a la moral y a la paz verdadera. El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. La paz se basa en el respeto a cada persona independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común.
Para Francisco, la paz es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, que se hace cada día. Es una conversión del corazón y del alma, reconociendo tres dimensiones inseparables: La paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia; la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre, buscando el encuentro; la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.
Como siempre las palabras de Francisco son esclarecedoras y luminosas, yo solo añadiría desarrollar una educación y una cultura para la paz, que debería enseñarnos a perder el miedo a la diferencia entre los seres humanos y tratar a las demás culturas en igualdad de condiciones. Nos ayudaría a vacunarnos de la tentación de imponer a los demás aquellos modelos económicos, políticos, culturales y tecnológicos que no nos conducen a la justicia, la solidaridad, al respeto de los derechos humanos y sobre todo a la felicidad.