Se acerca la Navidad. La Navidad es amor y se nos invita a amar. El Papa Francisco nos dice que el amor de la Navidad no se impone por la fuerza
La Navidad es, además, tiempo de paz. "Noche de Paz, Noche de Amor", así lo canta el famoso villancico, que fue cantado por primera vez el 24 de diciembre de 1818. Doscientos años después, millones de personas lo siguen cantando en las iglesias, en las familias, en cada corazón que desea y trabaja por la paz.
En la felicitación de Navidad del Papa, nos desea, a toda la humanidad, que "el nacimiento de Cristo Salvador renueve los corazones, suscite el deseo de construir un futuro más fraterno y solidario, y traiga a todos alegría y esperanza".
"El amor es una palabra que por mucho que se diga no se repite nunca" (Bossuet). Pero, como ha dicho Benedicto XVI, "la palabra amor está hoy tan deslucida, tan ajada, y es tan abusada, que casi da miedo pronunciarla con los propios labios". Sin embargo, habrá que retomarla, purificarla y volverle a dar su mejor y más espléndido significado.
Sabemos que el ser humano ha sido creado por amor y ha nacido para amar, esa es su vocación más profunda. Y sólo amando puede ser plenamente persona. Amar consiste no tanto en recibir como en dar y entregarse, en hacer de la propia vida un don para los demás.
En estos días recordamos que Jesús se encarna por amor, un día nos dejará el amor como mandato. El mandamiento del amor es el compendio de la ley y síntesis de la vida: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tus fuerzas; y a tu prójimo como a ti mismo... Haz esto y vivirás" (Lc 10, 27-28). Se trata, sencillamente, de amar con todo lo que hay en nuestro ser: corazón, alma, mente y fuerzas. Quizá necesitamos demostrarlo, es decir, ponernos en camino e ir aprisa a donde están los que necesitan, como hizo María.