OPINIóN
Actualizado 18/12/2018
Antonio Matilla

Se trata de la palabra "fascista" sometida a la ley del ahorro lingüístico: pronunciamos menos y pensamos menos también. Me contaba hace años un amigo que ostentó cargos públicos importantes en alguna administración que no revelaré, que durante los años de la Transición y primeros de la democracia, si querías conseguir una subvención pública, había que entrar con decisión en el organismo correspondiente y gritar a pleno pulmón en el Vestíbulo o en el pasillo: "¡Facha!". De este modo, cuando accedías al Servicio u oficina al que ibas, el funcionario de turno, que lo había sido con la dictadura, se mostraba sumiso a conceder lo que, con razón mejor que sin ella, se le pedía. Pero se pronunció tantísimas veces el susodicho palabro que incluso los funcionarios más franquistas tuvieron tiempo de hacer callo, de forma que el insulto pasó a formar parte del paisaje habitual, sin que nadie hiciera mayor caso de él.

Sería interesante relatar cómo los ciudadanos más franquistas fueron dando pasos hacia la democracia. Tengo para mí que, en su fuero interno, lo estaban deseando y no debieron hacerlo mal porque la democracia española, son sus defectos, que los tiene, es una de las veinte democracias consolidadas en el mundo. Regímenes consolidados hay otros, pero no parecen muy democráticos, desde la monarquía saudí a la República Popular de China, por no citar sino dos ejemplos.

También la izquierda, durante los últimos años de la dictablanda franquista y en los años gloriosos de la Transición, hizo denodados esfuerzos por subirse de corazón al carro democrático, unos ?los comunistas del PCE- apoyándose en análisis políticos; otros, renunciando en Suresnes, dimisión del líder incluida, al dogma marxista, que los dogmas se casan mal con la Democracia. También la Iglesia española tiró del carro, personificada en el cardenal Tarancón, aunque la cosa venía preparada desde la base de las parroquias, los movimientos de Acción Católica especializada y los mismos Seminarios, ya desde los años cuarenta mediante el estudio y la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, tan desconocida incluso por la mayoría de los católicos de pro.

Fachas, lo que se dice fachas, no veo yo muchos en lontananza, tampoco en VOX, aunque, si de lo que se trata es de defender y preservar y actualizar la democracia, lo que sería conveniente es avizorar la presencia de gente totalitaria a lo largo y ancho del espectro político, pues la tentación de volver a apoyarse en dogmas políticos es muy grande, sean estos la supremacía de determinadas etnias, la magnificación de lo particular ?la nación pequeña- en detrimento de las colectividades de amplia pertenencia, la dictadura de la clase obrera o sus derivados pseudoecológicos o de género, que en eso, más o menos, consiste el totalitarismo, en magnificar algo que es verdadero, prescindiendo de la pluralidad de lo real, siempre más ancha y profunda que nuestras estrechas miras y capacidades. El totalitarismo se ha modernizado y ha creado nuevos ídolos ?o sea, dioses en si verdaderos, pero limitados a su parcela, por más poderosa que parezca-, aprovechando que "Dios ha muerto y la fe en el Dios cristiano ha sido aniquilada" ?Nietzsche dixit-, como por ejemplo El Mercado, globalizado y tecnificado por más señas.

Y volviendo a VOX, del que seguro habrá que seguir hablando, tengo para mí que ningún partido, tampoco VOX, agota el Evangelio de Jesucristo, que es por lo que yo intento guiarme. No me parece bien que intente eliminar las Autonomías, porque forman parte de la pluralidad de lo real y no estoy de acuerdo con el análisis que hace al respecto. A falta de ulteriores precisiones, sobre el fenómeno migratorio y sus causas, tampoco estoy, en principio, de acuerdo con ellos, y menos en una Nación como la española, fruto de aportaciones étnicas y culturales múltiples y diversas a lo largo de nuestra historia, sin olvidar, como dice el Deuteronomio, que emigrantes fuimos nosotros en Francia, Alemania, Suiza, Argentina, Panamá, Países Nórdicos, etc?y emigrantes son ahora muchos de nuestros jóvenes más preparados.

Pero también es justo reconocer que el éxito actual de VOX se debe a que apuesta por una realidad intermedia muy importante, que es parte fundamental de la pluralidad de lo real y que ha sido olvidada, menospreciada, ninguneada por derechas, izquierdas, nacionalistas y populistas, España como Nación. Es lo que hay.

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