Las recientes elecciones autonómicas andaluzas han supuesto sin duda un terremoto político en España, al deparar diversas sorpresas inesperadas, que no pronosticaba casi ninguna encuesta y que, sin duda, están teniendo consecuencias sobre el tablero de juego de la política española.
En primer lugar, cabe indicar que, a pesar de resultar vencedor en las elecciones, por aquello de ser el partido más votado, el PSOE sale seriamente tocado de los comicios, por cuanto ha sufrido una gran caída (perdiendo 7'5 puntos y 14 escaños, pasando de 47 a 33 parlamentarios), teniendo un descalabro evidente y palpable, hasta el punto de que las cuentas no le salen ni para gobernar Andalucía en coalición (ya fuese mirando a sus socios preferentes ubicados a su izquierda y derecha).
Sin duda, si Susana Díaz quería librarse de las consecuencias del caso ERE antes de que llegase la sentencia judicial, el tiro le ha salido por la culata, y de hecho, le ha pasado una clara factura a ella y a su partido. En este sentido, se considera al PSOE como el principal responsable del aumento de la abstención (y de los votos nulos y en blanco) en estos comicios, en los que casi la mitad de los andaluces no acudió a votar.
Otro de los factores, corrupción aparte, que parece haberle pasado factura al PSOE, es la gestión llevada a cabo por Pedro Sánchez de la cuestión catalana, omnipresente en la política española hasta en el último rincón del país, y que parece haber sido responsable también de la importante caída que ha sufrido Adelante Andalucía, que integrando en su seno a Podemos e Izquierda Unida, ha visto como se ha reducido en un 5'6% el número de votos recibidos por sus formaciones, pasando de 20 a 17 escaños.
Sin embargo, la caída más importante tras la del PSOE, la ha sufrido el PP, que a pesar de darse aires de ganador tras los comicios, ha perdido 6 puntos de voto y 7 escaños (pasando de 33 a 26 parlamentarios), hecho que no evitará que pueda acabar gobernando la Junta de Andalucía, merced a la subida de Ciudadanos, que pasa de 9 a 21 escaños (ganando 9 puntos), así como a la entrada en el hemiciclo andaluz del partido ultraderechista Vox, con 12 escaños.
Precisamente la importante irrupción de Vox en el parlamento autonómico ha hecho que la izquierda se lleve las manos a la cabeza (aunque la autocrítica en profundidad ha brillado por su ausencia en su seno), pasando a centrar su discurso en criticar las ideas (en buena parte anticonstitucionales) planteadas por Vox, una formación a la que la izquierda le están haciendo la campaña de cara a las europeas de mayo.
En este sentido, llama la atención también que los medios de comunicación hayan centrado casi en exclusiva su atención sobre el resultado de Vox en las andaluzas, presentándolos casi como si fuesen los ganadores de las elecciones, cuando la realidad es que, de los partidos que han entrado en el parlamento andaluz, es la fuerza que menos escaños tiene, siendo de hecho la quinta fuerza, y cuyo respaldo, aunque ha sido importante (casi un 11% del voto), supone apenas un 6% del censo andaluz.
No obstante, a Vox le está viniendo de perlas la campaña que le están haciendo indirectamente entre los medios de comunicación y la izquierda (aunque sea para criticarles), pues le está dando notoriedad y, seguramente, esto le ayudará a crecer en el resto de España a costa de otros partidos, presumiblemente de PP y C's.
Por otro lado, electoralmente a la izquierda le puede venir bien que Vox entre en liza, pues dividirá más el voto de la derecha, que se repartirá ahora entre PP, C's y Vox, y a la hora del reparto de escaños favorecerá especialmente al PSOE, que si consigue superar al PP en varias circunscripciones puede ver crecer notablemente sus escaños por los beneficios derivados de la ley d'Hondt en distritos pequeños.
Sin embargo, creo que la izquierda no está siendo consciente de que, por mucho que le pueda venir bien para los repartos electorales de escaños, dar tanta cancha a una formación ultraderechista puede acabar escorando hacia el terreno que le interese a Vox el debate político, lo que puede suponer una gran derrota para la izquierda española.
Y es que, en este sentido, poner el foco en las cuestiones que interesen a la derecha más radical acarrearía que los temas que a priori debería poner encima de la mesa la izquierda (si es que realmente aún queda izquierda en el país) queden a un lado, y por ejemplo, cuestiones como la precariedad laboral queden prácticamente olvidados.
Aunque quizá, el problema es que los partidos políticos prefieren ir a lo fácil, y centrarse en criticar al resto, en vez de trabajar y construir un proyecto serio y de futuro para el país. Desde luego, si los partidos actualmente mayoritarios no son capaces de poner encima de la mesa un proyecto real para la gobernabilidad de nuestra sociedad, que se tome en serio los problemas del paisanaje, no ha de extrañarnos que cada vez haya más abstención, más votos nulos, o más desencanto que derive en un aumento del voto a partidos que venden cantos de sirena irrealizables para quien ya está harto de los que escurran el bulto de asumir sus responsabilidades.
Decía Alfonso Guerra que "el que se mueve no sale en la foto", y quizá esa filosofía sea el gran problema que está sufriendo este país. En este sentido, los políticos tienen miedo a opinar por sí mismos, a discrepar y a hacer autocrítica, por miedo a perder su escaño, y si algo nos ha enseñado la historia es precisamente que el inmovilismo y el peloteo caciquil son los grandes enemigos para que una sociedad pueda avanzar.
Y es que, mientras nuestra clase política se sigue moviendo en el "y tú más", miles de jóvenes (y no tan jóvenes) siguen saliendo cada año del país por falta de expectativas en su tierra. Va siendo hora de hacer autocrítica, analizar los problemas del país en profundidad y plantear soluciones. De lo contrario nada bueno podremos esperar.