OPINIóN
Actualizado 08/12/2018
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

El resultado de las elecciones al Parlamento Andaluz ha arrojado unos datos sorprendentes, no por la pérdida de votos de los dos principales partidos (PSOE y PP); el primero, con una victoria amarga que pone de manifiesto que la gestión de Susana Díaz ha sido ineficiente y, el segundo, con una derrota dulce, sino por la irrupción de un partido xenófobo, racista y ultra como Vox (aunque en última posición), después de Adelante Andalucía (de la marca Podemos) y Ciudadanos.

Lo sorprendente no es tanto el resultado electoral como las posibles coaliciones para formar gobierno, en las que, tanto el PP como Ciudadanos quieren contar con Vox para gobernar la Comunidad Autónoma. Parece que quedan lejos aquéllas proclamas (en forma de iniciativas legislativas) que PP y Ciudadanos realizaban, solicitando que gobernase la lista más votada resultante de las diferentes confrontaciones electorales. Aunque es triste, en Andalucía se ha seguido la estela de otros países europeos, donde han resurgido formaciones políticas reaccionarias, anti europeístas, xenófobas y fascistas.

Resulta paradójico que los dirigentes de Vox propugnen la derogación de ayudas públicas, cuando uno de los fundadores de este partido (Santiago Abascal) ha vivido siempre de las subvenciones destinadas a entidades creadas "ex proceso" para ser presididas por él (fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social, de la que recibía 183.000 euros anuales y que tuvieron que cerrar, por denuncias de ausencia de actividades o la asociación para la Defensa de la Nación Española, clausurada también por lo mismo).

Resulta paradójico que partidos como Ciudadanos (del PP no me extraña, porque en el fondo, el sector oficialista presidido por Casado, piensa igual que Vox), puedan llegar a acuerdos de gobierno en Andalucía con Vox, que pretende acabar con las autonomías, cerrar la televisión andaluza (curiosamente algunos líderes del PP, como García Egea, murciano, manifiestan que están estudiando la propuesta de Vox de cerrar la cadena andaluza, ¿no existen canales autonómicos en otras regiones?). El Estatuto de Autonomía de Andalucía, como el del resto de las Comunidades Autónomas, prevé la cadena pública de tv, y para cerrar al canal deberían primero modificar el Estatuto de Autonomía andaluz, harto difícil porque necesita mayorías cualificadas.

Resulta paradójico que Ciudadanos pueda llegar a acuerdos con Vox, cuando éstos pretenden derogar la ley de violencia de género (mancillan esta ley y magnifican datos falsos, diciendo, por ejemplo, que hay muchas denuncias falsas de agresiones machistas, cuando las estadísticas de denuncias falsas son el 0,01 %), la de memoria histórica, la de matrimonios homosexuales (también algún dirigente relevante del PP ha contraído matrimonio, afortunadamente, conforme a las disposiciones de esta ley) o las competencias de las autonomías y que se eliminen, en general, las leyes más sociales, tanto del Estado como de las Comunidades Autónomas. Los dirigentes de Vox califican a las mujeres defensoras de la identidad de género que condenan la violencia machista, como "feminazis psicópatas de género", o "vividoras feministas radicales transgénicas subvencionadas", y ante una imagen en la que sale una mujer envuelta una bandera independentista catalana, Francisco Serrano, líder de Vox en Andalucía y en respuesta al mensaje machista que recibió Inés Arrimadas por alguien que le deseó que la agredieran sexualmente, se mofa de las violaciones en grupo con la siguiente frase: "a esta desgraciada no creo que nunca la violen ni en grupo, ni en cuadrilla, ni con alevosía o nocturnidad".

Resulta paradójico que Ciudadanos quiera que haya pacto de gobierno en Andalucía entre ellos, PP y Vox, cuando los líderes europeos representantes de partidos conservadores, liberales o progresistas, que gobiernan en sus países, manifiestan que los partidos demócratas españoles no pueden pactar con Vox y deberían apartarlos de las negociaciones de gobierno. Además, algunos políticos como Manuel Vals, candidato a la alcaldía de Barcelona y al que apoya Ciudadanos, ha manifestado expresamente que los partidos andaluces no deben pactar, en ningún caso, con Vox. Por otro lado, Ciudadanos también pretende hacer listas conjuntas para las elecciones Europeas de 2019 con partidos políticos como el de Macron, quién nunca pactaría con partidos como Vox (que está hermanado con el Frente Nacional de Marine Le Pen).

¿Qué explicación tiene todo esto? Desde luego, si la tiene, no es con argumentos racionales, sensatos y coherentes, sino desde el odio y el resentimiento hacia el gobierno de la Junta de Andalucía y al de España y desde la obsesiva ansiedad de conseguir el poder a cualquier precio, desde las vísceras y no desde la cabeza. Del PP no hay que extrañarse y los líderes de Vox se han formado políticamente a los pechos de históricos dirigentes como Aznar o Esperanza Aguirre, pero sí de Ciudadanos, formación política que se le ha visto su verdadero rostro en los últimos tiempos, que se ha tenido que escorar demasiado a la derecha cuando su líder siempre se ha definido como un liberal, pero también un progresista convencido. En el argot futbolístico, su líder prometió ser un mediocentro organizador que sabe distribuir el juego con las dos piernas al resto de los jugadores, un Xavi Hernández, que es lo que necesitaba la cancha política española, pero se ha demostrado que sólo sabe jugar por la derecha y cuando quiere rematar o tirar penaltis, lo hace siempre con su pierna derecha, una posición que ya ocupaba el PP.

Desde estas premisas, tanto Ciudadanos como su líder, Rivera, no tienen la mirada limpia y eso lo están comenzando a percibir los ciudadanos españoles, porque en el momento en que pueden tocar poder, olvidan sus principios, esos de gobernar entre todos tejiendo los jirones de la convivencia y no con ideales fascistas, porque, como diría Tomás y Valiente "hay que edificar con la razón; la experiencia histórica y la tolerancia, como instrumentos".

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