OPINIóN
Actualizado 04/12/2018
Fernando Robustillo

Ya está aquí diciembre -de Pero Grullo, dirían aquellos clásicos. Estamos inmersos en el cuarto día del mes y nosotros lo contamos como si nadie se hubiera dado cuenta. Pero este diciembre nos lo vamos a perdonar absolutamente todo. ¿No les parece? No nos

Así, pronto, después de la fiesta de la Constitución, llega el puente y el largo fin de semana de las Conchas, mujeres (no de la Casa-Biblioteca) y abducidos por los comentarios del "pelotudo" River-Boca arribaremos casi de soslayo en mitad de ese faro que es el mes número doce, al que hemos esperado con ilusión desde que en pleno verano nos ofrecieron Lotería de Navidad.

Sobre esto haremos un inciso. La Lotería repartida entre familiares y amigos para estas fechas es muy inocente comparada con los juegos "online" desde el cómodo sillón del hogar. Una preocupante modalidad de juego que está arrasando entre los jóvenes y que llega tomando la delantera a ludopatías tradicionales como el alcoholismo o las drogas.

Pero apartemos lo negativo -aunque, ¡ojo!, avisados estamos que diciembre es el "mes chollo" para los amigos de lo ajeno- y señalemos que, a pesar de lo dicho, este mes debería ser reconocido como el de la felicidad. En breve, bien lo sabe usted, comenzaremos a abordarnos familiares, amigos, enemigos, conocidos, desconocidos, etc. con esos amables Felices Fiestas, Feliz Navidad, Felices Pascuas o Feliz Año de toda la vida. ¡Una maravilla! Todo el mundo, hasta los de Sálvame o la casa de Gran Hermano, parecerán gente educada y bondadosa.

Y, en medio de estos deseos, parémonos a pensar qué es en realidad la felicidad. Pues si la felicidad es gozar de buena salud -física y psíquica-, en eso deberíamos estar todos de acuerdo. Por tanto, si tuviéramos que realizar una encuesta en la que preguntáramos por una escala de valores, la pregunta sería condicional: "Si Vd. disfruta de buena salud, ¿qué sería lo prioritario en su vida?".

Las respuestas serían muchas y variadas, pero no nos hagamos ilusiones de que el dinero solo ocuparía un lugar testimonial. Demos por seguro que inmediatamente después de la familia el segundo puesto correspondería al dinero. Y no seamos teatrales, que aunque le llamemos vil metal y otras lindezas, solo podríamos prescindir de él si nos fuéramos a ese lugar común de la isla desierta y nos dejaran llevar algo material; en ese hipotético caso, el dinero sería sustituido por unos buenos libros.

La conclusión a este último supuesto no debe ser otra que si usted, amigo, tiene solucionada sus necesidades básicas y un pequeñito colchón para ayudar o atender las eventualidades, la compra de libros debería ocupar un lugar preferente en nuestras vidas.

No lo olvide, diciembre es el mes de los regalos, y regalar libros es regalar felicidad.

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