OPINIóN
Actualizado 03/12/2018
Antonio Matilla

Escribo este artículo asediado por dos o tres millones de virus del catarro, sin salir de casa y pendiente de la radio y de las redes. Pero también resulta que hoy comienza el Adviento y, como cada uno tiene sus raíces donde las tiene y donde quiere tenerlas, pues me encuentro con que el mensaje del Evangelio del Primer Domingo de Adviento, ayer, a mí me dice que, por más crisis económica, política, social, cultural y ecológica que haya, la última palabra, lo sustancial, es que el Reino de Dios está en marcha y que no tenemos que dejarnos angustiar por más acumulación de signos negativos que haya.

Cada uno de los lectores tiene visión crítica suficiente para hacer su propio elenco inacabable de razones para protestar y de miedos ante la negrura del futuro que se nos echa encima. Yo también?por eso he pensado hoy en la otra cara de la realidad: el sentido del humor de Dios.

Para muestra, tres o cuatro ejemplos:

- en la relación de Jesús con sus apóstoles se nota que los conocía bien. En las pandillas de gente joven es bastante frecuente poner motes a la gente: "Simón, cabeza de piedra", "El Mellizo", "el Zelota", "los hijos del Trueno", que se les va la fuerza por la boca.

- en el milagro de la hemorroisa, apretujado por la gente pregunta:¿quién me ha tocado? Los discípulos, que se veían negros para contener a la gente que le apretujaba, no entendían la pregunta

- cuando fue necesario sustituir a Judas Iscariote estuvieron tres días orando, pidiendo la inspiración del Espíritu Santo, dialogando entre ellos, haciendo reuniones, ayunando?y, al final "lo echaron a suertes y le tocó a Matías".

La única manera de entender lo que pasa y lo que nos pasa, incluidos los resultados electorales de Andalucía, es "tirando por elevación". El Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia pueden darnos algunas pistas. No soluciones, porque la solución es responsabilidad nuestra. Según dicen los cristianos, y también el Antiguo Testamento, Dios se fio de la responsabilidad de un tartamudo (Moisés) que Dios quería enviar a dialogar nada menos que con el faraón, de una echadora de cartas (Débora), de Rahab, la prosti de Jericó, de un pastor adolescente rubio y de buena presencia, pero desde luego, no un estadista ni un guerrero experimentado (David), de la burra de Balaán, de una señora menopáusica (Isabel)?y de un carpintero de Nazaret.

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