Los grandes cónclaves internacionales son atractivos mediáticamente. Concitan a los primeros mandatarios y provocan acciones de protesta de quienes se sienten completamente excluidos y discrepan de lo que aquellos representan. Por otra parte, su desarrollo se vincula con la complejidad del proceso de globalización en el que aceleradamente estamos inmersos. Las cumbres mundiales, sectoriales o de un limitado número de países, suponen puntos de inflexión en lo cotidiano al agregar tensiones entre los intervinientes. Al anfitrión le ponen a prueba su capacidad organizativa debiendo confrontar dificultades logísticas en su gestión; el mantenimiento del orden público, procurando que las protestas no sobrepasen umbrales mínimos de civismo, es sin duda la más relevante.
El denominado G20 es uno de estos avatares que esta semana celebra su encuentro en Buenos Aires. Mientras la ciudad se apresta a ser fortificada, el gobierno ha declarado festivo el viernes, ha cerrado el puerto dos días antes y el Congreso ha aprobado una ley provisoria "de derribo aéreo"; los grupos antiglobalización que en cuenta gotas han ido llegando al país se preparan para exhibir músculo. Por su lado, intelectuales y académicos presentes en un foro latinoamericano al que asisto debaten sobre la urgencia para crear una internacional de los pueblos, proclaman la perentoria necesidad de orquestar propuestas contrahegemónicas y denuncian el carácter elitista y hermético de una cumbre alejada del pueblo.
El activismo en las denominadas redes sociales agita la conciencia de biempensantes y de gente convencida de que hay que hacer algo frente al desastre del entorno, aunque no sepan qué. El calentamiento global, la transformación energética, los movimientos migratorios, las amenazas al comercio mundial, los flujos irrestrictos del capitalismo financiero, el papel desempeñado por la llamada economía de la materia oscura donde predomina lo intangible y lo simbólico, entre otros asuntos, configuran un dietario complejo que requiere atención. En frente, líderes políticos de cuño antagónico y representando a países con intereses nacionales prevalecientes sobre las cuestiones globales se dan cita para escenificar una obra con un guion confuso.