OPINIóN
Actualizado 27/11/2018
Francisco Delgado

Hace un par de semanas, varios periódicos de Castilla y León y alguno de Salamanca, publicaron la lista de ciudades en España, con los metros cuadrados de zonas verdes disponibles, en cada una de ellas. Vitoria era la ciudad española más "verde", y Salamanca estaba a la cola del conjunto de ciudades de Castilla y León.

Hace unos meses el Ayuntamiento de Salamanca anunció un programa de medidas de creación de nuevas zonas verdes y ampliación y mejora de las asistentes. Pero?obras son amores y no buenas razones. Al menos de momento, desde el anuncio, no se ha plantado NI UN ÁRBOL MÁS en toda la ciudad.

La obviedad de que hay demasiadas pocas zonas verdes en una ciudad cuya sociología está cada vez más caracterizada por un gran porcentaje de gente mayor y otro gran porcentaje de gente joven ( sobre todo estudiantes) se puede observar de manera tragicómica: Hace más de doce años compré un piso contiguo a un parque; en los primeros años el parque lo utilizaba poca gente joven, haciendo ciclismo o corriendo, durante el día, los días con buen tiempo, algún que otro anciano, la mayoría con su perrito y pocas mujeres paseando con sus niños. Poco a poco, bajo la moda americana y bajo el consejo médico universal de andar todos los días una hora al menos en beneficio de la salud, el parque se fue llenando de cientos de paseantes y deportistas, obedientes a sus médicos de cabecera y de otros cientos de perritos y perrazos conducidos amorosamente por sus, en general, solitarios dueños.

En los dos últimos años el parque del que hablo está tan utilizado y visitado que compite con la Gran Vía, de Madrid: mañana, tarde, noche, noche cerrada, días soleados, lluviosos, ventosos, a toda hora los salmantinos cruzan su espacio (en general con mucha prisa y móviles en las manos) o en grupos leyendo cada uno sus whatsApps.

¿El motivo? Muy sencillo: en la ciudad no hay más de dos (o tres) opciones de deporte y paseo. LOS PARQUES ESTÁN SUPERPOBLADOS.

No solo de humanos, sino, desde el atardecer, de varias especies de pájaros y aves. Muchos, disfrutamos con estos visitantes alados, empujados por su biología a pernoctar entre nuestros tejados, torres y árboles, transitoriamente. Ellos no pagan con monedas, pero sí con sus cantos, su belleza, sus coreografías. ¡Pero al Ayuntamiento salmantino no le gustan! ¡Dice que ensucian demasiado! Y ha empezado a expulsarlos sin contemplaciones: de noche, con ráfagas de luz y sonidos de depredadores. Así un día tras otro. Ya no quedan ni las cuatro urracas que dormían en el árbol frente a mi ventana. Salamanca se convertirá pronto en UNA CIUDAD SIN PÁJAROS, SIN ESPACIOS VERDES, SIN TRABAJO.

Será como un museo visitado por turistas, como un gran parking atiborrado de coches, con una población que se mueve continuamente en círculo, sin poder parar.

Los estorninos encontrarán otros lugares donde no haya ayuntamientos que los echen, como ha ocurrido los miles de años que llevan las aves volando por este cielo y haciendo nidos en esta tierra.

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