OPINIóN
Actualizado 24/11/2018
Ángel González Quesada

"Y en mis párpados,/una lágrima más antigua/que mi cuerpo,/crece."ALFONSINA STORNI, Mundo de siete pozos, 1934.

En la última intervención pública conocida de integrantes de la organización Femen, que tuvo lugar el pasado fin de semana en Madrid como protesta directa contra el fascismo durante una manifestación de franquistas, las integrantes del grupo fueron de nuevo agredidas, insultadas y a punto de sufrir daños mayores de no haber sido por la intervención de la policía. En este caso concreto, además, la auténtica mala entraña del fascismo español se expresó claramente con las vomitivas acciones de abuso de algunos nostálgicos de la dictadura, que no dudaron en agredir a las activistas de Femen al tiempo que entonaban ese "Cara al sol" de aterradora memoria en este país.

Las acciones de las integrantes de Femen, siempre orientadas en defensa de la democracia, la igualdad y la solidaridad, e inequívocamente dirigidas contra el fascismo, la imposición, el machismo, los totalitarismos, el manoseo institucional o el dirigismo de pensamiento que pretenden las religiones y el reaccionarismo político, han sido respondidas siempre y en todo lugar con la violencia institucional, la descalificación falaz o la brutalidad de la represión policial, lo que no ha evitado que estas más que valientes mujeres hayan seguido denunciando públicamente y poniendo en evidencia los más oscuros enjuagues de los gobiernos, la purulenta realidad de la religión, las falacias de la manipulación política, las leyes represivas disfrazadas de democracia, las mentiras institucionales o los rastreros intereses económicos, personales y de poder que dirigen, materializan y generan la injusticia en todo el mundo.

Es indignante, para toda persona que aprecie la libertad y valore la auténtica democracia, el trato dado a estas luchadoras que, poniendo en peligro su libertad y hasta su propia integridad física, gritan con sus voces y sus cuerpos lo que todos deberíamos gritar. Intolerable, además, que sistemáticamente se acuse de violentas a estas ciudadanas libres, o incluso se les imputen cargos de terrorismo por sus protestas, cuando es el basureo de la convivencia, la corrupción política, la colonización y el amedrentamiento mentales y educativos de la ciudadanía o la progresiva adulteración de los principios democráticos, propiciados por gobiernos e instituciones podridas de todo el mundo, lo que justifica la existencia de Femen y otorga, ante los ojos de los justos, marchamo de dignidad a todas y cada una de sus acciones.

Las acciones de Femen contra los excesos e imposiciones del cristianismo y del islamismo, a favor de derechos humanos como el aborto, la eutanasia o la libre expresión de la identidad sexual; su indesmayable lucha en todo el mundo contra el machismo, los machistas y las leyes que les protegen o sus enfrentamientos radicales contra la existencia de conflictos armados internacionales creados intereses que dañan a los desprotegidos, los pobres, los marginados o las poblaciones civiles, han hecho de esta organización que inició en Rusia sus actividades y que hoy está presente en muchos países, uno de los referentes de la lucha contra la arbitrariedad institucional, el abuso y la injusticia. Y un aldabonazo en mitad de nuestra indiferencia.

Los intrépidos y arriesgados actos de las activistas de Femen, realizados utilizando sus propios cuerpos como pancarta y altavoz, y hechos con la inteligencia de quien busca que el eco de su protesta alcance la mayor extensión posible, están siendo considerados por un número creciente de personas de todo ámbito y condición como una de las formas de protesta y reivindicación no solo más efectiva, sino más digna, decente, respetable y apropiada de cuantas en el mundo luchan por la libertad. Larga vida a Femen, larga vida a las mujeres valientes.

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