OPINIóN
Actualizado 23/11/2018
Manuel Rodríguez Fraile

Bueno, después de 5 años abriendo esta modesta ventana cada viernes para ustedes, ha llegado el momento de tutearles, espero tener su permiso, así que vamos a ya.

Los que estudiamos el bachillerato en años 60 aprendimos que el kilo y el metro patrón eran unas piezas compuestas por una aleación de platino e iridio, que se guarda en la Oficina Internacional de Pesas y Medidas en Sèvres, cerca de París; pues ahora los científicos han comprobado que el kilo ha perdido peso ? exactamente 50 microgramos - y con él todas las balanzas de mundo han quedado desajustadas. También el metro ha menguado y con ello todas las distancias se acortan. Y es que el insolente y arrogante tiempo no respeta ni a nada ni a nadie.

Crono, personificación del tiempo, rey de los Titanes, hijo de Urano y Gea, y padre de Zeus por quien fue derrotado, vuelve a poner de manifiesto que en realidad nunca fue vencido. Que siempre ha permanecido, permanece y permanecerá, no sólo al lado de los dioses, también junto a los hombres, para continuar marcando el ritmo de todo lo que existe.

Nada soporta el paso del tiempo, ni las aleaciones mas resistentes ¿será porque tal como afirma la anónima sentencia no es el tiempo el que pasa, pasamos nosotros? Yo, personalmente prefiero quedarme con las lucidas palabras de José Luis Sampedro: El tiempo no es oro; el oro no vale nada, el tiempo es vida." Por tanto el tiempo no lo miden los relojes, lo mide la vida.

El tiempo puede ser eterno, desesperantemente eterno cuando sufrimos y efímero, frustrantemente efímero cuando somos felices, pero su paso es inexorable. Al igual que hemos intentado fijar lo que debe ser un kilo o un metro, pretendemos aprisionar el tiempo en segundo, en minutos, en horas, en días o en años, ponerle limitarles con conceptos como pasado, presente o futuro; pero también fracasamos, porque Cronos no se somete devenirde él mismo, sigue, seguirá, rigiendo a su capricho a los dioses y los hombres.

Hoy para expresar lo siento frente a su paso, me permito la osadía de tomar prestadas las palabras del escritor y poeta uruguayo, Mario Benedetti, de las que no me atrevo a eliminar ni tan sólo un espacio en blanco:

Preciso tiempo necesito ese tiempo

que otros dejan abandonado

porque les sobra o ya no saben

que hacer con él

tiempo

en blanco

en rojo

en verde

hasta en castaño oscuro

no me importa el color

cándido tiempo

que yo no puedo abrir

y cerrar

como una puerta

tiempo para mirar un árbol un farol

para andar por el filo del descanso

para pensar qué bien hoy es invierno

para morir un poco

y nacer enseguida

y para darme cuenta

y para darme cuerda

preciso tiempo el necesario para

chapotear unas horas en la vida

y para investigar por qué estoy triste

y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo

tiempo para esconderme

en el canto de un gallo

y para reaparecer

en un relincho

y para estar al día

para estar a la noche

tiempo sin recato y sin reloj

vale decir preciso

o sea necesito

digamos me hace falta

tiempo sin tiempo.

El tiempo nos pesa, pero temerlo es siempre una bendición, porque vivirlo, vivirlo es la única forma de vencerlo.


[1] Tiempo sin tiempo

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