OPINIóN
Actualizado 22/11/2018
Montse Hierro

¿POR QUÉ SEDUCE MITORAJ?

Sus esculturas son fragmentos de paz increíble, trozos de pensamientos dormidos, retazos de vivencias más allá de la Historia. Son labios inmensos de una sensualidad desbordada, ojos cerrados que están más allá de las anécdotas, rostros cortados que han escapado del tiempo. Son los sueños más allá del tiempo, como diría María Zambrano.

Un rostro desnudo y tranquilo sobrevive más allá de los ruidos y la furia. Otro mira a lo alto con una nariz enorme y unos labios que lo contienen todo. Otro se tiende inclinado con las mejillas tersas latiendo en silencio más allá de la prisa. Otro es un puro dormir, un tenderse de lado, como para descansar de todos nuestros agobios y de nuestras retóricas.

Sus enormes labios no saben de doctrinas ni de puritanismos. Tampoco conocen rencores. Son como enormes besos dados al aire, pronunciados sobre la vida. La existencia entera puede ser unos labios, unos labios pueden sintetizar todo lo que necesitamos en el mundo.

Una vez expuso sus obras en Madrid. Una mujer de culo broncíneo e inmaculado sugirió sus glorias en el Paseo del Prado , colosos charlaban en silencio encima de hierros oxidados, cabezas tranquilas en fila nos miraban pasar como si estuviéramos todos histéricos. Una escultura soltaba una lágrima que le taladraba toda la mejilla para mostrar un dolor metafísico.

En París un busto suyo consuela de los edificios despiadados de La Defense, otro duerme de forma inagotable en Las Tullerías. Puso estatuas tiradas delante de los grandes templos. Y el estar tirado es la meditación íntima, es el mantenerse en sí mismo, es el esperarnos para siempre. Los que se tienden no se marchan.

ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR

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