OPINIóN
Actualizado 19/11/2018
Mónica González Hidalgo / Mercedes Corredera

¡Vaya lío! No somos capaces de resolver el problema de la vivienda para los vivos y tenemos que resolver el de la morada final para el dictador, pero ¿seremos capaces de hacerlo?

Si esto ocurriera en Alemania, nada más exhumar sus restos se los entregarían a la familia, la familia los enterraría sin decir dónde, ni cómo ni cuándo, y los ciudadanos encantados de no tener que seguir pagando el mantenimiento de la tumba de un dictador. Si esto ocurriera en Venezuela, los devotos del dictador, se lanzarían en masa a la tumba abierta para adueñarse de un pelo de la barba, de una uña, de un trocito de tibia, de peroné o cualquier hueso que pudieran tener en su chabola para venerarlo de muerto como lo veneraron de vivo, y ante tanta rentable devoción, se meterían las cenizas en una urna, se establecería un turno de días, y la urna peregrinaría por las chabolas del país donde faltaría pan pero no velas para seguir alumbrándolo. Pero ocurre en España, y como de costumbre, nos dividimos en dos bandos: los que defienden que Franco siga en el Valle de los Caídos porque forma parte de la Historia de España. También ETA forma parte de la Historia de España, le dije hace unos días a alguien. Algún día los niños españoles tendrán que estudiar en sus libros que fue una banda terrorista que dejó tras de sí muchos muertos inocentes, muchos heridos y muchas heridas que nunca se cerrarán. ¿Te gustaría que se hiciera lo mismo con los etarras que mueran? Eso no le parecía bien, pero lo de Franco era otra cosa, nos había dejado pantanos y había que agradecérselo. Y los que defienden que Franco no debería cambiar de tumba ahora, que debería haberlo hecho en cuanto se instauró la democracia, y nada de acomodarse en la Almudena ni en ningún lugar que sea propiedad del pueblo, enterrar a los muertos es asunto de la familia, y lo mismo que hereda lo bueno, tiene que heredar lo malo.

Ante tanto desacuerdo va a ser difícil que esto se resuelva tan a corto plazo como quiere el Gobierno por mucho que diga la Ley de Memoria Histórica. Bueno sí, hay una forma que no fallaría: tanto los gastos del mantenimiento de la sepultura de El Escorial como el de el cementerio de El Pardo donde reposan los restos de su esposa e hija corren por cuenta de los ciudadanos. Bastaría con habilitar una casilla en nuestra declaración de la renta, y el español que quisiera contribuir con sus impuestos al mantenimiento, que la marcara, y el que no estuviera de acuerdo, que la dejara en blanco. Esto sí que resolvería el problema, porque a la hora de eludir impuestos, todos nos ponemos de acuerdo, seguimos pensando que el dinero para nuestras pensiones, nuestra sanidad, nuestra enseñanza y demás servicios sale del gobierno y no del bolsillo de los ciudadanos. Pero esto es otra historia.

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