OPINIóN
Actualizado 18/11/2018
CÁRITAS

La infancia es uno de los colectivos más desprotegidos en nuestra sociedad, no podemos seguir jugando con su presente y con su futuro, ni con el de las familias de las que forman parte.

En nuestro país, la denominada pobreza infantil es la pobreza de las familias con hijos e hijas, ya que en España al hablar de pobreza infantil hacemos referencia a menores de edad que viven en hogares expuestos a la pobreza y a la exclusión social. Por lo tanto, creemos que es más acertado en un contexto como el español, hablar de "la pobreza de las familias con hijos e hijas" como una de las grandes debilidades de nuestra sociedad.

Según la última encuesta EINSFOESSA de 2018, el 23% de los niños y de las niñas en nuestro país se encuentran en situación de exclusión social, lo cual implica que casi una cuarta parte de nuestra infancia está desarrollándose en un contexto de carencia o necesidad. Contar o no con menores a cargo en el hogar puede hacer la diferencia entre la exclusión y la integración, ya que en el actual escenario el 21% de los hogares con menores a cargo se encuentran en situación de exclusión (el 16% en los hogares sin menores), y esa cifra se eleva hasta el 28% cuando se trata de un hogar monoparental y al 33% si hablamos de familias numerosas.

Una situación que nos habla de la falta de garantía de la efectividad de los derechos humanos y de la insuficiente dedicación de las políticas sociales dirigidas a la infancia en particular y a la familia en general. Generando situaciones de pobreza de niños, niñas y familias que se alargan en el tiempo, y que en ocasiones continúan incluso cuando los niños y niñas crecen y constituyen su propio hogar.

Con todo, lo que más preocupa en la infancia y adolescencia en España son los elevados niveles de desigualdad tan grandes que existe. Hoy en día, en España la igualdad de oportunidades es más una aspiración que una realidad, dado que el mayor riesgo que tienen las personas que han vivido su primera etapa vital dentro de un hogar en pobreza, de sufrir problemas económicos y situaciones de pobreza en su vida adulta, es lo que denominamos "transmisión intergeneracional de la pobreza". Es decir, estamos generando desde la infancia una desigualdad que de no corregirse sólo puede devenir en una sociedad y en un mundo todavía más desigual e injusto en el futuro.

Porque la Infancia sí importa, su valor social va mucho más allá, no son sólo un asunto de sus familias (que lo son) sino de toda la sociedad. El coste de desatender a la infancia es enorme y la apuesta política y social es posible y necesaria. Hay que poner a la Infancia de protagonistas en éste mundo de adultos que estamos creando. La desigualdad de oportunidades, el abandono y el fracaso escolar no tienen una repercusión sólo en la pobreza y en su transmisión generacional, sino también en los recursos que se generan para el bien colectivo, en definitiva, en la sociedad en la que vivimos.

El presente de muchas personas, el día a día de muchas familias, así como el futuro de nuestra sociedad depende de cómo protejamos la infancia y la familia. Frenar la transmisión intergeneracional necesita una visión integral de la infancia, desde un enfoque de derechos humanos y el conocimiento de la realidad de los niños y niñas y de nuestro territorio constituye el criterio clave desde el que programar las políticas sociales.

Cáritas Diocesana de Salamanca.

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