OPINIóN
Actualizado 16/11/2018
Aída Acosta Alfonso

Hemos celebrado el aniversario de la Primera Guerra Mundial esta semana, hace ya un siglo de aquella catástrofe europea. No aprendimos la lección y no mucho después tuvimos la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, no han sido las únicas en suelo europeo, y varias más sacuden aun el mundo. La historia de la humanidad es, en este sentido, desoladora. Basta caer en la cuenta que todas las fronteras son el resultado de una o varias guerras.

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que aprendamos a resolver los conflictos sin matarnos, sin que el resultado lo impongan los ejércitos más poderosos?, ¿Somos conscientes de la manipulación que han hecho los que han llevado a los pueblos a la guerra? ¿Y de la facilidad con que las personas nos convencemos y obedecemos fanáticamente, convirtiéndonos en masas enardecidas contra los supuestos enemigos? Estas preguntas torturaban ya a Sócrates en las famosas guerras del Peloponeso entre Esparta y Atenas.

Pertenezco a la primera generación que no ha conocido la guerra dentro de la Comunidad Europea. Las madres y padres actuales no sienten el miedo a la guerra, a que ésta se lleve a sus hijos por delante y traiga la miseria para todos. Somos muy afortunados, aunque poco se habla de eso en la Escuela, la familia y en la sociedad.

No soy historiador, pero creo que sería bueno que nos avergonzáramos todos de estas guerras, y nosotros, muy en concreto, de la Guerra Civil Española, reconociendo que fue nuestro gran fracaso en el siglo XX, en lugar de que unos quieran mantener privilegios por haberla ganado, mientras los otros buscan la revancha a destiempo. Me felicito por nuestra transición, y no me arrepiento de haber aplaudido a los padres de la constitución actual y todos los que la hicieron posible, incluyendo a mi generación. Entiendo que fue un pacto que, a mi modo ver, reconoció el fracaso de la guerra, aceptando que el equilibrio de la balanza, de la supuesta justicia, nunca es perfecto.

En Europa y en España, de forma muy especial, la manipulación de la historia, cierto sentido racista más o menos camuflado y el deseo de disfrutar de su mayor riqueza, ha fomentado en varias comunidades creencias y prejuicios irracionales nacionalistas que alimentan odios y hostilidades (a los que se responde, con demasiada frecuencia, con reciprocidad irracional en el resto del país) muy peligrosos.

Los nacionalismos, en plural, y la manipulación de quienes priorizan el poder están de hecho haciendo alianzas sospechosas (la izquierda ya no cantan la internacional). Esta amalgama irracional, por un a lado, y parte de la oposición por otro, vuelven a azuzarse mutuamente, como se hace cuando queremos enrabietar a un perro, reviviendo asuntos, de una guerra que no vivieron, y "matando a los padres" de la constitución del 78, manipulando, en su provecho, los errores de la historia y sus consecuencias.

Haríamos bien los seres humanos de tener miedo, de nosotros mismos, y saber de lo que somos capaces de errar y hacernos sufrir los unos a los otros, antes de seguir por este camino.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Primera Guerra Mundial, el ser humano como animal peligroso e irracional