OPINIóN
Actualizado 10/11/2018
Félix López

Parece una noticia propia de un loco. Un hombre de más de 70 años, en un país nórdico, reclama a un juez lo que considera un derecho: que le cambie oficialmente la edad. Creo que pide estar en la cuarentena, por varias razones. La primera porque él no es tan viejo y creer poder pasar por un hombre maduro joven. La segunda es más estratégica, porque en las páginas de contacto no favorece el éxito reconocer su edad. Su tercera razón es más desafortunada, porque reclama el mismo derecho que los transexuales, confundiendo, como se decía antes, "la velocidad con el tocino" o "el culo con las témporas".

Pues a mí no me parece un loco, sino un síntoma de nuestro tiempo. Negamos la muerte, escribía hace dos semanas, y negamos la vejez. Ya he contado que cuando trabajo con personas viejas suelo decir la frase "los que somos viejos"; y siempre me corrigen diciendo "No Don Félix, usted es joven y nosotros somos mayores". Hay familias que no conocen la edad de su abuela o su madre, porque nunca quisieron decir su verdadera edad.

Siempre ha sido frecuente la coquetería de quitarse unos años, especialmente en las mujeres, a las que siempre se las ha discriminado más por la edad, no son pocas las personas jóvenes que aseguran que no van a cumplir más años, las personas maduras que se dicen jóvenes y las viejas que se autoconsideran mayores, no viejas. Más sofisticado es hablar de la "tercera edad" o, como empieza a añadirse hoy, "la cuarta edad". Todo para negar la realidad.

Por supuesto en las redes sociales se miente con frecuencia camuflando la edad, mientras se exige que la pareja deseada sea más joven. ¿Y qué decir de los aficionados que somos los españoles a la cirugía estética?

Negar la temporalidad de la vida es darse de bruces contra un muro. Autoengañarse y mentir de forma ridícula o desleal.

¿Reconoce usted, estimado lector, su edad?, ¿tiene en cuenta en sus decisiones que acabará abandonando la juventud, si no lo ha hecho ya?, ¿se atreve a pensar y proyectar, si tiene fortuna, una vejez gozosa?

Ortega y Gasset en "La rebelión de las masas" considera que esta estupidez humana empezó hace mucho tiempo:

"Nuestro tiempo se caracteriza por el extremo predominio de los jóvenes?En realidad, como tantas otras cosas, este imperio de los jóvenes venía preparándose desde 1890, desde el fin de siglo. Hoy de un sitio, mañana de otro, fueron desalojándose la madurez y la ancianidad: en su puesto se instala el hombre joven con sus peculiares atributos? Hoy la juventud parece dueña indiscutible de la situación, y todos sus movimientos van saturados de dominio. En su gesto transparece bien claramente que no se preocupa los más mínimo de la otra edad? Hoy el hombre y la mujer maduros viven casi azorados, con la vaga impresión de que caso no tienen derecho a existir. Advierten la invasión del mundo por la mocedad y comienzan a hacer gestos serviles?Los que estamos muy en la cima de la vida nos encontramos con la inaudita necesidad de tener que desandar un poco el camino hecho, como si hubiéramos errado, y hacernos ?de grado o no- más jóvenes de lo que somos. No se trata de fingir una mocedad que se ausenta de nuestra persona, sino que el módulo adaptado por la vida objetiva es le juvenil y nos fuerza a su adopción. Como en el vestir, acontece en todo lo demás. Los usos, placeres, costumbres, modales, están cortados a la medida de los efebos" (Ortega y Gasset, 1927, págss. 193-200)."

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