OPINIóN
Actualizado 08/11/2018
Montse Villar

A. P. Alencart, Jacqueline Alencar y Ken Barrett, en un momento de la donación (foto de Sergio Manzano)

Debo reconocer que de la poeta británica Christina Rossetti (Londres, 1830-1894) solo había leído algunos poemas de amor ahormados al movimiento Prerafaelista. Salvo alguno, no me atrajo demasiado, en parte por mi ignorancia del inglés y en parte porque buena porción de su obra ha sido 'escondida' por los traductores que ha tenido al idioma castellano, aquejados de 'anticlericalismo' o de alergia a la poesía de anclaje cristiano.

Ahora lo voy constatando, debido fundamentalmente a una grata donación que en Salamanca nos hiciera, a Jacqueline y a mí, Ken Barrett, misionero evangélico inglés radicado en Alcalá de Henares. Barrett había venido a la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca para, en acto oficial, donar parte de su colección sobre el colportor George Borrow, el famoso 'Don Jorgito el inglés', cuyo libro viajero 'La Biblia en España' fue admirada por Unamuno y traducida al castellano por Azaña, ¡nada menos!

Tras la donación institucional de esos textos de y sobre el viajero protestante que vendió Biblias por la España entre 1835 y 1840, y en un rincón del despacho de mi buen amigo Vicente González, decano de la Facultad de Filología, Barrett nos donó el libro "Verses" de Christina G. Rossetti, editado en Londres el año de 1895, bajo el sello de la Society for Promotion Christian Knowledge.

¡Aquí mi primer asombro y la primera muestra de mi ignorancia! Más de 220 páginas conteniendo poemas de directa temática cristiana que yo desconocía por completo. Prometo ahondar en su lírica, a partir de ahora y con la connivencia de algunos amigos-hermanos traductores del inglés al castellano.

El libro donado el pasado 18 de octubre, en medio de la vorágine del XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, se conserva ahora en la pequeña biblioteca de los Pérez-Alencar, en el villorio de Tejares, lugar natal del Lazarillo.

Dejo dos pequeñas muestras de su poesía de temática cristiana y/o bíblica:

LA ÚNICA CERTEZA

Vanidad de Vanidades, dice el Predicador,
Todas las cosas son Vanidad.
El ojo y el oído no pueden llenarse
Con imágenes y sonidos.
Como el primer rocío, o el aliento
Pálido y súbito del viento,
O como la hierba arrancada del monte,
Así también es el hombre,
Flotando entre la esperanza y el miedo:
¡Qué pequeñas son sus alegrías,
Qué diminutas, qué sombrías!
Hasta que todas las cosas terminen
En el lento polvo del olvido.
Hoy es igual que ayer,
Mañana uno de ellos ha de ser;
Y no hay nada nuevo bajo el sol:
Hasta que la antigua Raza del Tiempo corra
El viejo espino crecerá en su cansado tronco,
Y la mañana será fría, y el crepúsculo, gris.

¿QUIÉN ME LIBRARÁ?

Dios, hazme fuerte para sostenerme a mí misma;
Esa carga, la más pesada de todas,
el peso inalienable del cuidado.

Los otros están todos fuera de mí;
Tranco mi puerta y los dejo afuera
El tumulto, el tedio, el callejeo.

Cierro mi puerta tras de mí,
y los dejo afuera; pero ¿quién tapiará
mi ser de mí misma, la más aborrecida de todas?

¡Si pudiera desmoronarme por una vez,
y comenzar purgada de mí la carrera
que todos deben correr! La muerte es veloz.

¡Si pudiera dejarme de lado,
y empezar con el corazón ligero
el camino que todos han atravesado!

Dios, enduréceme contra mí misma,
esta cobarde de voz patética
que implora tranquilidad y descanso y alegrías.

Yo misma, mi propia architraidora;
mi amiga más falsa, mi más mortal enemiga,
mi atasco en todos los caminos.

Pero hay Uno que puede refrenarme,
alivianar la estrangulante carga que llevo,
romper el yugo y liberarme.

1864

Tere Cortés, Juan Carlos Martín, Alfredo Pérez Alencart, Ken Barrett y Jacqueline Alencar (foto de Sergio Manzano)


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