OPINIóN
Actualizado 06/11/2018
Francisco Delgado

Cuando hace cuatro años volví a Salamanca, después de muchos de ausencia, me llamó la atención cómo Don Miguel de Unamuno, sus escritos, los recuerdos, sus dudas, sus valores?presidían el corazón cultural de la ciudad. En las ciudades en las que yo había vivido no se daba un hecho parecido: la permanencia del interés y culto a una única figura por parte de una amplia población. ( El interés de Gijón, ciudad de donde yo venía, por su Jovellanos, era una pálido reflejo, comparado con el de Salamanca por Unamuno).

Me costó entender este amor e interés apasionado de Salamanca por su Rector. Lo entendí de repente, intuitiva y paradójicamente, en Bilbao. Yo había ido a presentar mi trilogía de grandes compositores, "La cara oculta de la biografía", entre la que se encuentra "El baúl de Arriaga", sobre los últimos años del músico bilbaíno. Me habían ofrecido para la presentación la maravillosa sala de la Biblioteca Central de Bidebarrieta. Llegué un poco antes de la hora prevista, entré en la sala todavía vacía?¡pero no estaba vacía!, ¡había un hombre sentado, en una butaca de una fila superior, mirando hacia el escenario! ¡ "¿Quién será ese oyente tan puntual?", le pregunté a la amiga vasca que me acompañaba." "Es Don Miguel de Unamuno", me respondió. Caí en la cuenta: la estatua, de tamaño natural, de Unamuno, presidía (sin presidir) la gran sala de la hermosa biblioteca. Unamuno, invitado omnipresente a todas las actividades culturales de su ciudad natal.

En ese momento entendí el deseo de Salamanca de permanencia de Unamuno, del pensador y escritor más prolífico y lúcido, que había tenido en los momentos más críticos de la Historia de España. Era un deseo parecido al de Bilbao, pero no igual: la estatua de Unamuno estaba presente en la Biblioteca Bidebarrieta, pero no era el centro de la ciudad de Bilbao. En Salamanca Unamuno sí es el centro: su hermoso busto preside EL CENTRO de la escalinata del palacio de Anaya, preside el magnífico salón del Casino salmantino, ocupa el centro de la plaza donde se encuentra la casa donde vivió y murió.

La Asociación cultural Ateneo de Salamanca y la Asociación Amigos de Unamuno lo tienen en el centro de sus actividades.

Pero ¿quién preside, quién ocupa el lugar central de una familia? El padre ( junto a la madre). Miguel de Unamuno fue y, simbólicamente sigue siendo, la figura paterna de la familia salmantina; aquel que habló, aquel que asumió riesgos, aquel que con fortaleza reflexionó y dudó sobre afirmaciones religiosas y sobre hechos políticos que en ese momento nadie se atrevió públicamente a dudar sobre su idoneidad.

Sus afirmaciones y sus dudas siguen siendo materia prima de estudio de sus numerosos admiradores, de sus, metafóricamente hablando, amantes hijos.

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