En algunos países democráticos los diputados, congresistas o senadores electos de unas Cortes Constituyentes podrían redactar una Constitución sin tener en cuenta ni la Historia ni la Intrahistoria de ese país, donde las élites oligárquicas de algunos territorios periféricos hubieran dado a lo largo de los muchos años de convivencia en común, sobrados ejemplos de sectarismo, deslealtad e irresponsabilidad con el resto de la nación. Estos representantes del pueblo, en nombre de la convivencia y pretextando la defensa de los derechos políticos de unas minorías, con la mejor de las intenciones hubieran creado una discriminación positiva a favor de algunos territorios periféricos, olvidando el principio de igualdad y los derechos de la mayoría, al otorgar más poder a los ciudadanos de esas regiones marginales primando el valor de sus votos sobre los votos de los demás electores. Si esto se produjera resultaría preocupante, porque además de romper el viejo principio democrático de un hombre/una mujer un voto y del agravio comparativo para el resto de ciudadanos, que verían impotentes como sus votos tendrían menos importancia en el organigrama político, se posibilitaría a los políticos que salieran elegidos en esos territorios actuar de árbitros, cuando no de meros chantajistas, en los escenarios políticos de los países donde se instalase de facto un sistema bipartidista, para que con la quimera de contribuir a la gobernabilidad del Estado obtuvieran unos privilegios sobre el resto de los territorios.