Una de las imágenes de la exposición


OPINIóN
Actualizado 14/10/2018
José Luis Puerto

En el Espacio Joven del Ayuntamiento de Salamanca permanece la muestra '32 Miradas Rurales'

Estos días (del 1 al 15 de octubre), podemos contemplar una exposición de hermosas fotografías, en el Espacio Joven del Ayuntamiento de Salamanca (calle Jáuregui, 16), de Luis Carlos Santiago.

Es un conjunto de treinta y dos imágenes, en las que el autor utiliza tonalidades en blanco y negro, sepias y la policromía, para plasmarnos un mundo que participa tanto del franciscanismo como de la metafísica.

Son fotografías, es verdad, sobre el mundo rural, pero, más allá de ello, hay en ellas una indagación sobre la naturaleza, el cosmos y el ser humano. Comencemos por decir que estamos ante una mirada franciscana y metafísica al tiempo, a la que aludimos en el título de nuestro comentario.

Comencemos por la mirada franciscana. Es la que guía al autor en su acercamiento visual al ser humano. Nos encontramos con seres humildes, con indumentarias humildes y con labores humildes. Porque la humildad es el rasgo que mejor define lo franciscano.

Así, nos encontramos con esas sobrecogedoras ancianas en sus labores de supervivencia: la que saca el pan del horno; la que realiza su labor, sentada en silla baja, abstraída, ante el muro blanco de una vivienda; o la que sube la cuesta, cargada con el haz de ramas para la lumbre, condenada, a modo de Sísifo, a recoger a diario la leña menuda para encender el fuego. O al hombre y los grupos humanos que se inclinan a la tierra, para labrarla, o para recoger los frutos. O al hombre que corta el pelo al mozo. Estamos ante la vida verdadera, sin pretensiones, sin alharacas, sin vanidad alguna. La más pura humildad que el fotógrafo capta y nos entrega.

¿Y la mirada metafísica, dónde la encontraremos? En esos cielos maravillosos, en esas extensiones inmensas de tierra, en esas rítmicas lineales y geométricas, que trazan los tractores y las cosechadoras. En esa soledad de unos espacios que, en estas fotografías, vibran y nos hacen temblar.

Pero hay también en esta mirada mucha melancolía. Se produce, sobre todo cuando el fotógrafo, Luis Carlos Santiago, nos lleva a esa metafísica de las ruinas, que percibimos en la casa abandonada, en los carros pudriéndose y ya fuera de uso, o en el tractor oxidado, que ya no es otra cosa que chatarra.

Pero nos encontramos también con el misterio de los animales, a través de los caballos, sobre todo, animales solares y apacibles, alineados en la melodía del invierno; o también de esos conejos enjaulados, animales para el sacrificio y la subsistencia humana.

¿Y la naturaleza? Se nos plasma, a través de ella, el misterio de la luz, del tiempo, de las estaciones, o de los contrastes cromáticos (dorado y azul; violáceo y verde; amarillo y de nuevo verde?) toda esa belleza que atesora el espacio natural, que es la que tiene esa rama de chopo, curvada, con sus hojas muertas, marrones, perfiladas de blanco por el hermoso lápiz de la helada.

Contrastes, contraluces, claroscuros, estructuras espaciales, diálogos de cielo y tierra, espacios metafísicos, seres humildes y ensimismados en sus labores cotidianas, poblaciones en lechos de valles bajo cielos arrebatados? La mirada de Luis Carlos Santiago, marcada por el equilibrio y la sobriedad, participa también del misterio que hay en el ser humano, en la tierra y en el cosmos.

Esa es la belleza que nos entrega su mirada. Nuestra tarea es corresponder a su ofrenda, contemplando la maravilla de lo creado y de lo existente.

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