OPINIóN
Actualizado 06/10/2018
Tomás González Blázquez

Quedan hoy y mañana. Nada más. La sala de exposiciones de "La Salina" ofrece los dos últimos días para visitar la muestra "IMAGINARIOS. Materializando el imaginario tradicional" impulsada por el Instituto de las Identidades (IDES) de la Diputación Provincial. No reducida en su enfoque a los límites salmantinos, sino abierta a todo el occidente de la comunidad autónoma, quienes se queden sin verla en Salamanca podrán hacer un pequeño viaje hacie "el centro del oeste" y disfrutarla en el Museo Etnográfico de Castilla y León, a partir de finales de este mes. Zamora siempre merece una escapada e Imaginarios resultaría una excusa perfecta.

La visita guiada por Paco Blanco, deliciosa y a la vez peligrosa porque no se mira el reloj, ayuda al adentramiento en la materia materializada, por muy imaginaria que aparentase ser y por muy fuera que uno pareciera estar. Pero no. Lo fantasioso existe de algún modo, y de diferentes formas, jamás somos externos a lo íntimo del hombre, que según las latitudes y las épocas se ha manifestado, y materializado, de maneras muy diversas. La exposición del IDES de este año repasa varias figuras y figuraciones que en las comarcas salmantinas, zamoranas y leoneses, desde siempre, han causado asombro, provocado miedo, sembrado terror, suscitado confianza, traído buena suerte, aventurado desgracias o significado curación y hasta salvación. Objetos, sí. Pero sujetos de lo invisible, lo intocable, lo escondido.

Imaginarios ha rebuscado en los arcones de las casas, en el fondo de las cajoneras y en los rincones de los armarios, para que se nos aparezca como imprescindible amuleto contra el mal de ojo una pata de tejón, se nos encuentre remedio en collaradas maragatas y brazaleras albercanas, y hasta se nos permita imaginarnos detrás de la máscara del Zangarrón de Montamarta. Exvotos del Cristo de Hornillos, bordados con dragones, relicarios o piedras del rayo encuentran su complemento en trece escogidas piezas de hoy que materializan ese imaginario tradicional. Tres de ellas son magníficas obras de arte fotográficas de Enrique Carrascal, Jesús Formigo y Pablo de la Peña.

El imaginario tradicional se cuela, en no pocas ocasiones, en los consultorios rurales, y supongo, que, de vez en cuando, hasta en los urbanos, porque asunto de tanto peso como la salud y enemiga tan lacerante como la enfermedad demandan, necesariamente, de explicación y solución. La que sea. Se hace presente en los cuentos transmitidos oralmente y volcados hoy en los libros que leemos a nuestros hijos y en las películas que vemos. Se refleja en el habla cotidiana, aunque vayamos empobreciendo el léxico a la vez que lo recargamos de extranjerismos. Se asoma a los sueños, a los recuerdos, constantemente a la imaginación, y hasta se hace materia que se ve, que se toca, que sale parcialmente de su aún ilocalizable escondite. Aunque pinta que los gamusinos y demás familia tienen varios rinches por el oeste.

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