El Gran Wyoming junto a una marioneta de Franco en el programa televisivo 'El Intermedio'


OPINIóN
Actualizado 02/10/2018
Fernando Robustillo

"Franklin D. Roosevelt dijo en cierta ocasión, refiriéndose al dictador nicaragüense Somoza, que Somoza era un HP, pero era 'nuestro' HP" (lo dijo con todas las palabras, pero mejor así, ¿verdad?, démonos cuenta que esto también se lee en horario infantil

Esta cita la empleó Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo para situar ante el espejo la actitud empleada por ese Parlamento con el dictador libio Muamar El Gadafi: amigo por el interés.

Para nosotros, en el artículo de hoy, lo anterior es una referencia solo para señalar sin necesidad de acudir a los términos empleados por Roosevelt y decir que también tuvimos un dictador, y que fue nuestro dictador.

Huelga decir que nuestro dictador se llamaba Francisco Franco, un señor que ganó la guerra civil allá por 1939, y que después de enseñar durante al menos cuatro años que la única piedad con los vencidos era la pena de muerte o la vil humillación, agarró el poder y no lo soltó hasta su último estertor.

Hoy, cuarenta y tres años después de su muerte, quien tiene recuerdos propios sobre aquel señor ronda la friolera de los 55 años (un chaval de doce años entonces), y quienes aún no han cumplido los 55, sus recuerdos no pueden ser otros que la no asistencia a clase el día de la muerte del dictador o esas malditas memorias que les contaron sus padres o abuelos.

Alguien se extrañará de lo que vamos a decir, o, mejor dicho, la bronca que le daríamos al señor Wyoming si lo tuviéramos delante.

Me explico: Lo peor que le puede ocurrir al ser humano es la temible enfermedad del alzheimer y, con perdón para quien padece esa enfermedad, utilizaremos dicho término para señalar que existe el alzheimer político. Así, por la guasa que con nuestro dictador se trae el señor Wyoming -programa del Intermedio-, diremos que presuntamente el señor Monzón está mal, algo le pasa.

Por mucho que zarandee a ese tótem, muñeco, adefesio, o lo que sea, imitando la figura del dictador Franco, no va a arrancar ni la más leve sonrisa en la cara de un republicano. Es más, parece que se hubiera conchabado con el dictador y le siga el juego de lo que aquel quiso ser en la Historia: el dictador de la dictablanda, un pobre hombre, bajito, frágil e incapaz de hacer mal a nadie.

Así, no es extraño que estos días anden los españoles enfrentados a los abuelos señalándoles como unos "cagaos" que se dejaron vejar por aquel "mindungui".

No, amigo Wyoming, por muchos aciertos que usted haya tenido con su acidez humorística, tantas veces celebrada y nada fácil de conseguir, tratar a Franco con la frivolidad de haber sido un cantamañana (gracias, señor butanito), eso no es válido para este momento.

Aquel señor que erguía el bajo pecho ante Hitler, hay foto, no era una veleta como usted lo muestra. Y ni siquiera en un programa de humor debemos dejar para la Historia el menor signo de demagogia barata que lleve a la confusión. Aquel aparente "chikiliquatre", en su faceta de impostor, hizo enmudecer durante dos generaciones a toda una nación durante cuarenta años.

Por tanto, merece pasar a la Historia como un individuo sin piedad, pero no como un flojo, sino como un duro. Ni el hábito hace al monje, ni el fenotipo tiene que ver con el genotipo. Señor Monzón, cuente los hechos, no la facha. O sí. ¡Mire, con su libertad de expresión, haga usted lo que le venga en gana!

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