"Cuando no hay humildad, las personas se degradan"
ENTRE PUENTES
HUMILDAD
A las afueras de la ciudad, amuralladas las victoriosas legiones romanas acampaban a su regreso de la guerra, en espera de ser recibidas en olor de multitudes por sus extraordinarias conquistas en las Galias, en las Hispanias o en las bárbaras Germanías. Al frente de ellas su jefe, arrogante tribuno de la Roma Imperial, que después de haber presentado sus saludos al César, ha vuelto a reunirse con sus hombres para preparar su entrada triunfal. La gloria, el honor, y la satisfacción del deber cumplido para con el Imperio eran su mejor premio. Por eso, cuando la fastuosa y pintoresca parada militar iniciaba su marcha, un hombre se convertía en semidiós ante los ojos del populacho, que elevaba sus gritos hasta el mismo Olimpo, haciendo palidecer de envidia al mismísimo Júpiter, que, al fin tendía su manto protector y se unía al héroe que, bridas de plata en su mano, gobernaba la poderosa biga de briosos corceles de apretado bocado y ceñida muserola, que lentamente avanzaba por la floreada vía. Y en medio de este glorioso maremágnum, a su lado sosteniendo sobre su cabeza una simple corona de laurel, un anciano sacerdote repite sin cesar: "Recuerda que sólo eres un hombre".
Lejos de parecer frágil, el sacerdote, ante toda la parafernalia que se impone, quiere hacer llegar, a la insigne persona la humildad, que hará más visible aún su grandeza.
En estos tiempos en que la ambición y la opulencia apremian; quien no ve el éxito, sino el deber cumplido en cada acto de su vida, al final la enriquece.
La humildad nos habla de liberarnos de lo accesorio, para poder desarrollar lo esencial. Nos invita también a darnos cuenta de que precisamente son nuestras limitaciones las que nos hacen humanos, y que gracias a ellas podemos tomar conciencia de lo que nos queda por hacer y crecer. Por ese motivo el "General Romano", debía tomar nota de la expresión sincera (recuerda que solo eres un hombre) de la humildad no es signo de ingenuidad o debilidad, más bien todo lo contrario: lo es de lucidez y de fuerza interior. Por ese motivo, la humildad va de la mano de la conciencia y tiene un enorme poder de revelación porque desde ella las perspectivas de pensamiento y de actuación son infinitas, ya que nacen del sentido común, de la duda razonable, de la desnudez que reconoce que aún queda mucho trabajo por hacer, muchas otras conquistas que lograr, y batallas que ganar.
Por lo tanto no sirve la droga del éxito, que tanta adicción genera, quizá por ese motivo la humildad tiene mucho más que ver con el cumplimiento del deber, con lo prometido, con lo acordado, con hacer bien lo que se debe hacer, lo que toca hacer, lo que es necesario, sin vanagloriarte de tanta pompa, sin distraerte de tus logros, sino que sigues trabajando, luchando, y disfrutando de la tarea encomendada como no, sabiendo que el éxito y el triunfo no es un fin en sí mismo, sino un síntoma al que no conviene prestar demasiada atención porque no sólo despista, sino que aturde y hasta puede sacarte de tus cabales y generar una severa y aguda idiotez y ensimismamiento que se manifiesta como consecuencia de la adulación colectiva.
Tampoco conviene confundir la humildad con la falsa modestia, que no deja de ser una vanidad sumamente hipócrita, ya que precisamente la humildad es lo contrario de la vanidad. Y mientras está nos ciega, nos aleja de la realidad y nos separa de los demás, la humildad nos pone en contacto con lo real, con lo auténtico, con lo esencial que podemos encontrar en el exterior y en nuestro propio interior.
Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerias