OPINIóN
Actualizado 24/09/2018
Rubén Martín Vaquero

La desaparición de la frontera sur y la llegada de millones de nuevos habitantes a España supondría el fin de la despoblación de los núcleos rurales del interior del país, y la ocupación de los cientos de miles de viviendas vacías y cerradas. Las calles y plazas de nuestras ciudades tendrían un aire? más varonil e históricamente se ha visto como la mezcla de razas siempre ha sido beneficiosa para las especies.

Desde un punto de vista económico volverían los mercados de especias ¡tan coloristas! los artesanos en sus cubículos, los zocos ¡tan románticos! las fábricas de tejidos conocerían un renacer, las mafias que organizan viajes en pateras y otros artilugios darían paso a grandes compañías de ferris que establecerían un servicio discrecional con tal frecuencia, que sería como una línea de autobuses del mar que harían del Estrecho cosa para el recuerdo (algunos hablan de construir un puente para facilitar la llegada).

Por supuesto los contrabandistas cambiarían las planeadoras por camiones de muchos ejes para suministrar sus productos no sólo a España, sino a Europa entera. Puede que incluso trajesen pozos de petróleo debajo del brazo, que de menos lo hizo Dios que lo hizo de la nada.

Desde un punto de vista religioso rebrotaría el integrismo y el estado teocrático, aunque siempre se podrían utilizar las iglesias como mezquitas (los escépticos sólo tienen que ver Santa Sofía en Estambul), y volverían los muladíes, los mozárabes, los mudéjares, el emirato, el califato, los reinos de taifas y demás.

La cultura occidental que, como todo el mundo cree saber está en franco retroceso, terminaría de desaparecer, llevándose por delante a la Historia, que aburre al personal y no le gusta más que a cuatro, y volveríamos a la Edad Media que tiene su tirón (ahí está arrasando Juego de Tronos). El cambio de costumbres no se haría esperar, pero ¿acaso no estamos cansados de esta sociedad postmoderna, corrupta y castrante que impide el desarrollo de los valores de la persona?

Lo único que se me ocurre que habría que lamentar sería la pérdida de la democracia, de la libertad, de la tolerancia, de la separación de poderes, de la igualdad entre hombres y mujeres, de la desaparición de las procesiones de Semana Santa, del patrono y la patrona de España, del arte (incluido el religioso), de la discrepancia política, de las clases medias, de los desfiles de moda, de los jamones de Guijuelo, del vino de Las Arribes, y de la alegría de los cuerpos con la ropa fresquita en las calles y en las playas.

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