OPINIóN
Actualizado 20/09/2018
Antonio Costa Gómez

Una vez encontré en Fez un libro de René Guenon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos. Hablaba de la obsesión moderna por la cantidad, por encerrarlo todo en cifras y en estadísticas. Alucinamos con la cantidad de kilómetros que traga un coche, la cantidad de libros que caben en un artilugio electrónico, la cantidad de circuitos que tiene un ordenador.

¿Que en un libro electrónico caben millones de libros? Y a mí qué me importa. Y claro, todos con el mismo tipo de letra, con la misma tapa metálica, con el mismo diseño. Qué empobrecimiento del mundo, qué aburrimiento. También pueden meter toda la comida del mundo en una pastilla. Y todos los países del mundo en una caja metálica.

Tal vez alguien pueda expresar en cifras ese color inimitable de las miniaturas medievales, que ninguna técnica moderna ha sabido reproducir. El sabor increíble de la magdalena de Proust. Ese matiz de una despedida en que se mezclan la nostalgia, el miedo, el deseo, el rencor, el entusiasmo , qué sé yo...

Es más , se pueden encerrar todas las noches de amor en un solo artilugio que los sustituya a todos. Y así ya no harán falta invitaciones a cenar, citar frases de Nietzsche, contar una cacería de búfalos en África, hacer una buena comida un domingo por la mañana. Sobrará todo.

La gente actual se parece a una suegra que tuve. Para ella todos los vinos eran solo vino, todos los tipos de pan eran solo pan, todos los libros del mundo eran solo libros. Daba angustia hablar con ella, todo lo empobrecía. Toda la riqueza del mundo quedaba eliminada. Pero no me hagan caso, corran con la lengua fuera a comprar el último aparato, el anterior quedó obsoleto hace media hora, seguro que tiene trescientos millones de circuitos.

ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR

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