OPINIóN
Actualizado 19/09/2018
Manuel Alcántara

El panorama es palmario dentro siempre de la enrevesada lógica de la política, de los numerosos factores concurrentes, de las variopintas posiciones existentes, de los intereses más o menos legítimos dominantes. Cinco notas acompañan a un presidente sorprendentemente activo: el incremento de la intención de voto de su partido en 10 puntos porcentuales; la debilidad gubernamental por el magro 24% del apoyo propio parlamentario y el padecimiento de alianzas heterogéneas inestables e incluso contradictorias con diferentes grupos para alcanzar las mayorías que requiere en su quehacer cotidiano: a resultas aprobar los presupuestos resulta una tarea titánica; las más que probables elecciones en Andalucía en otoño; el proceloso juicio a los dirigentes del procés catalán que se prevé comience en diciembre, acompañado de furia y movilización; el Consejo europeo de diciembre, último antes de las elecciones europeas de mayo, en que se dilucidarán asuntos muy relevantes para el futuro de la Unión Europea?

Siempre se ha identificado a la incertidumbre como uno de los elementos que acompañan, por definición, a cualquier proceso electoral. El miedo a perder o a no alcanzar el resultado deseado genera angustia. La parálisis suele ser la nota dominante. Una característica esencial del régimen político español, que se inserta en la lógica del parlamentarismo, estriba, a diferencia de lo que sucede en otros países, en que no hay una data fija para la realización de elecciones.

Nótese que nunca se ha repetido la fecha de acudir a las urnas en los 13 comicios generales celebrados hasta hoy. Solo está determinada la duración máxima del mandato parlamentario: cuatro años. Únicamente el presidente del gobierno tiene la facultad de convocar elecciones. Por otra parte, el calendario electoral establece en veinte meses el plazo (variable) para llamar a las urnas y, además, el último domingo de mayo próximo para la celebración de las elecciones municipales, europeas y autonómicas en la mayoría de las CC.AA.

España ha dejado atrás la etapa del PP, pero parece renuente el asentamiento de un nuevo ciclo con un horizonte despejado, dentro de lo que cabe de acuerdo con los tiempos de ansiedad que corren. En sus primeros cien días de gobierno, Pedro Sánchez ha sabido dar un impulso inopinado a políticas distintas a las de Mariano Rajoy y ha introducido maneras de hacer las cosas diferentes.

Pero su mandato requiere de un envite dinamizador que solo las urnas se lo pueden brindar. Se trata de convertir al grupo socialista en la primera minoría en el Congreso, de profundizar en políticas que atiendan al déficit social imperante de conformidad con unos presupuestos más incluyentes. Abortar la lacerante desigualdad, confrontar los grandes dilemas que provoca día a día la globalización con una voz europea más firme. Hacer coincidir los comicios andaluces con los generales para no dilapidar esfuerzos ni recursos públicos. Dar un paso adelante contrarrestando la banalización del control político centrado exclusivamente en la trayectoria académica de los líderes como si ello fuera el problema más importante del país. Hay que convocar elecciones ya.

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