OPINIóN
Actualizado 19/09/2018

Es imposible imaginar un espectáculo más nauseabundo que el del plagiador. Edgar Allan Poe

No sin cierta estupefacción leo y me informo acerca de la contienda entre los principales dirigentes de los partidos políticos españoles, quienes han trasladado sus dimes y diretes de la arena política a los espacios académicos de algunas universidades hispánicas. Acusaciones de plagio de las tesis ? sean de master o de doctorado ? van y vienen de un lado al otro.

Ciertamente las facilidades que brinda INTERNET - con su pegar y contar -, hacen menos complicado citar a voluntad autores e informes de organizaciones públicas o privadas, nacionales o internacionales, a esto se suma la adopción del simplificado sistema APA que es verdaderamente apropiado para aliviar las citas, referencias y bibliografía del tesista.

En mi caso, cuando realicé y culminé mi tesis de doctorado en Derecho en la Universidad de París en 1979, la situación era otra, mucho más complicada. En efecto, la INTERNET brillaba por su ausencia, y el sistema de citas y referencias era el de usanza por las universidades de la Vieja Europa, a saber, obra citada (op.cit.), ídem, ibídem, ver supra o infra, era un verdadero dolor de cabeza unido al tiempo y el nivel de exigencia que le dedicaban al doctorando los rigurosos tutores universitarios, como fue, en mi caso, el ejercido por Roland Drago, temido profesor de derecho administrativo, y quien años más tarde sería el presidente de la celebérrima Academie Française..

Además, lo que en principio parecía una severa falta personal se ha transformado en una verdadera cadena de presuntas culpabilidades en la que se encuentran inmersos profesores, jefes de departamento, miembros del jurado, decanos que comprometen el prestigio y la credibilidad de unas noveles universidades preocupadas por su supervivencia que, en cierta medida, depende del número de doctores graduados y de los que forman parte de su plantilla profesoral.

Ciertamente no entiendo como esos hitos académicos importantes en la vida de una persona, más si es un personaje público que esgrime sus logros universitarios en su CV para que sus votantes y adversarios lo juzguen y valoren, sean el fruto de un facilismo, de una complacencia, de una complicidad, de una falsa percepción que hay algo oculto e inexpugnable en el cielo de la academia.

No soy quien para emitir un juicio acerca de esta inaudito y penoso asunto en el que se ven envueltos los que deben conducir los destinos de un Estado en medio de tantas tentaciones y ofertas poco honestas, en todo caso recomiendo que, para ejercer el poder público, hay que tener además de otras cosas y adminículos personales:

¡LAS COMILLAS BIEN PUESTAS!

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