OPINIóN
Actualizado 16/09/2018
Eusebio Gómez

Existe en nuestra sociedad el sondeo de opinión. También Jesús en su día preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el hijo del Hombre?; pero a Jesús no le interesaba medir el nivel de su popularidad sino ver lo que pensaban sus discípulos y por eso les lanzó la misma pregunta a ellos.

Jesús nos sigue pidiendo nuestro parecer. Las respuestas varían según las personas, pues cada uno tiene su propia visión de Cristo y ésta, a veces, es un tanto torcida y desacralizada. La novela, el cine, las letras nos hablan de él. Es cierto que algunos lo reconocen como un gran personaje, parecido a Sócrates, Gandhi, Tolstoi?, otros lo presentan como fuente de poder, energía, superación de conflictos, serenidad y liberación del estrés. Cristo es recordado como el hombre excepcional, el maestro y modelo de buenas costumbres, el revolucionario, el Cristo poético y romántico al estilo hippy ?el Jesus Christ Super Star de los años setenta? o el Jesús deformado por las diversas filosofías e ideologías. Jesucristo, a lo largo del tiempo, ha aparecido como el Pantocrator, el Caballero ideal, el Gran Rey, el Cristo pobre y pequeño de los belenes de Navidad de Francisco de Asís ?

Jesucristo ha sido un hombre grande. No tenía sirvientes y le llamaban Señor; no tenía un título universitario, y le llamaban Maestro; no tenía medicinas y le llamaban Sanador; no tenía armas ni ejércitos y, sin embargo, conquistó el mundo. Cristo es, para el creyente, el Dios hecho hombre.

Jesucristo es el Hijo de Dios y nuestro hermano, el que amó hasta el final y dio la vida por todos, el buen pastor, el camino, la verdad y la vida. Jesucristo siendo Dios se despojó de su rango, se hizo hombre, se humilló hasta la muerte en la cruz (Flp 2, 6-11). Dios nos ha dado a Jesús y Jesús nos ha traído a Dios. En Jesús, Dios desciende a la condición humana y él es la humanización de Dios; sin embargo, muchos cristianos no conocen y aman a Jesús. No es conocido ni amado por sus amigos, esta era la queja de Juan de la Cruz. El amor no es amado, decía san Francisco de Asís. Vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy (?) Ni me conocéis a mí ni conocéis a mi Padre (Jn 8, 14,19).

Es cierto que cada época y cada persona presenta a Jesús desde su vida y desde su historia. Nunca podemos olvidar que Cristo es Dios y es hombre. En el transfondo de la problemática de la secularización se planteó sobre todo el problema de la relación entre teología y cristología. En este contexto se sitúa también el problema tan debatido de la correcta relación entre la cristología desde abajo y la cristología desde arriba (W. Kasper); es conveniente dejar en claro que la cristología debe ser trinitaria, situando a Jesús, como el Hijo, en la relación directa con el Padre y el Espíritu (Eloy Bueno de la Fuente).

Escucha su latido. Jesús era todo amor, toda bondad, todo corazón y san Juan tuvo la gran suerte de escuchar su latido.

Encuentro con Jesús. Cristo se hizo hombre, se hizo uno de los nuestros, pues trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre (GS 22) y ha experimentado en su vida las consecuencias de la encarnación. La encarnación es el fundamento y la síntesis de todos los demás misterios.

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